ESCENARIO GLOBAL
Paradojas en la nueva guerra contra el terrorismo
Paradojas en la nueva guerra contra el terrorismo
Alberto Zelada Castedo / Hace un año, en el seno de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente Barak Obama anunció que su país se había “retirado de Irak” y preparaba el “repliegue de Afganistán”. Añadió que, en aquel momento, el mundo “era más estable de lo que era hace cinco años”.
Ahora, poco antes del inicio de un nuevo período de sesiones de la Asamblea General, en un encuentro con la prensa, el Secretario General Ban Ki-moon, afirmó: “Vivimos en una era con un nivel sin precedentes de crisis y problemas”.
Algunos comentaristas se atreven a conjeturar que esta visión de un clima internacional tan distante del que el presidente de los Estados Unidos veía hace un año, responde al impacto de la crisis en Ucrania, el surgimiento del Estado Islámico (EI) en Irak y Siria y la epidemia de ébola en países de África Occidental. Es probable que la presente reunión en Nueva York esté influida por estos factores críticos, sin perjuicio del particular interés por otros asuntos como el cambio climático y los derechos de los pueblos indígenas.
De aquellos tres acontecimientos, el vertiginoso crecimiento del EI, interpretado de diferentes maneras por los directa o indirectamente afectados, ha provocado como primera respuesta la formación de una denominada “alianza” entre un grupo de Estados, europeos, árabes y del Medio Oriente, bajo el pretendido liderazgo de Estados Unidos.
La más reciente acción de la “alianza”, llevada a efecto, este último lunes, ha sido un ataque armado por aviones de guerra estadounidenses contra instalaciones del EI en territorio sirio. Según lo dicho por John Kirby, vocero del Pentágono, aparte de Estados Unidos, han participado en esta acción Bahréin, Jordania, Catar, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos.
Lo singular es que éste es el primer ataque armado realizado fuera del territorio de Irak. Hasta el momento, la alianza ha realizado al menos 190 ataques aéreos en este último país. Según un despacho de la agencia Reuters, el Secretario de Estado, John Kerry, hizo conocer al Gobierno sirio lo inminente de aquella acción pocas horas antes de su ejecución.
Esta gestión diplomática buscó, tal vez, atender el punto de vista del Gobierno de Siria que hace unos días expresó estar dispuesto a colaborar con la “alianza” antiterrorista y a que, si fuese necesario, se lleven a cabo acciones armadas en territorio sirio, siempre que cuenten con su aprobación. Esta posición fue apoyada por Rusia, cuyos voceros manifestaron que una acción armada que no contase con la aquiescencia del Gobierno sirio estaría en contraposición con normas internacionales.
Esta primera operación fuera de Irak, plantea el interrogante sobre si no estamos frente a posibles cambios en la posición de Estados Unidos con referencia a la permanencia o no de Bashar al Assad en el poder. Al mismo tiempo, pone de manifiesto una de las paradojas que se presentan en esta nueva “guerra” contra el terrorismo.
Es evidente que el presidente Obama ha dado a entender que no existe intención de cooperar en forma explícita con el Gobierno sirio. Sin embargo, no se puede negar que el debilitamiento o eventual derrota del EI, gracias a las acciones de la “alianza”, favorecerían al Presidente sirio. Esto significa que dos tradicionales adversarios coinciden en su interés en oponerse a un adversario “común”.
Tal vez para evitar que la paradoja sea mal interpretada, la estrategia anunciada por el presidente Obama para enfrentar al EI incluye una más decidida cooperación militar a los grupos “moderados” que enfrentan al Gobierno de Bashar al Assad. La misma conlleva el suministro de armamento, la provisión de datos de inteligencia y la instrucción de combatientes. La combinación de estos elementos de la estrategia, lleva a pensar a algunos analistas que, al parecer, el propósito de la alianza es conseguir, en una primera fase, la derrota del EI y, en una segunda, la caída del Presidente sirio.
Por otra parte, los ataques en Irak y Siria y, en general, el conjunto de acciones emprendidas por la “alianza” liderada por Estados Unidos, ponen de manifiesto otra de las paradojas de esta “guerra”. El esfuerzo de los aliados, entre los cuales no figura Irán, beneficia a éste debido a que el EI tiene una fuerte presencia sunita y es considerado su adversario. Es más conveniente a los intereses iraníes que el EI sea derrotado y que, como consecuencia de ello, se consolide en Irak un Gobierno moderado más influido por chiitas que por sunitas.
En este caso, la acción de Estados Unidos favorece las aspiraciones de un tradicional adversario. En otros términos, pone de manifiesto también cómo funciona la lógica de la unión o la colaboración para hacer frente a una amenaza común.
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