BUSCANDO LA VERDAD
Santa Cruz, bendita tierra de Dios
Santa Cruz, bendita tierra de Dios
Gary Antonio Rodríguez Álvarez (*) / Llegué por primera vez a Santa Cruz en brazos. La segunda vez, de cuatro años. Vine con mi mamá Emma para reunirnos con mi papá Héctor que, buscando mejores días para nosotros y dos hermanas más –Mirtha y Susana–, se vio forzado a dejarnos en Cochabamba y migrar por motivo de trabajo.
De aquella breve visita a la Santa Cruz de antaño –pese a haberlo hecho a tan corta edad– evoco vívidamente su cielo celeste y sus calles con lodo ¡en pleno centro de la ciudad!
Recuerdo que cuando nos sentamos a descansar con mi mamá en la Plaza 24 de Septiembre –preocupada ella por muchas cosas seguramente, siendo que había venido a ver la posibilidad de que toda nuestra familia se viniera a vivir aquí– me aferré con fuerza a su brazo, asustado, porque al fijar mi vista en la Catedral, con el paso de las nubes por el cielo, parecía que caía sobre mí. Haga la prueba ¡se ve así!
Más allá de la anécdota, guardo lindos recuerdos de mi segunda visita a Santa Cruz: mucho verde, hermosas flores, lindos animalitos ¡hasta una urina conocí! Sin embargo, como reza el adagio, “la tercera fue la vencida” y a Dios doy gracias que fue así.
El 15 de enero de 1969, cuatro collingas llegamos a Santa Cruz de la Sierra como migrantes internos para radicar ya, sin dudas o temores en nuestro corazón, con la certeza de estar en la tierra prometida –el tiempo nos dio la razón– en la tierra que fluye leche y miel.
No fue fácil acostumbrarse al principio, lo digo con sinceridad, pero con el tiempo aprendí a entender al cruceño en su idiosincrasia, así como a admirar su entereza para defender sus irrenunciables ideales de progreso y libertad.
Con el pasar de los años aprendí a amar a esta tierra... ¡cómo no hacerlo, si me permitió lograr muchas cosas, al mismo tiempo que realizarme también como persona! En verdad, Santa Cruz es la tierra de las oportunidades, tanto para “hacer” como para “ser”, lo primero tiene que ver con lo material, lo segundo con lo trascendental.
En estas Fiestas Septembrinas, rindo un homenaje a la tierra donde nació Karina, mi hermana cambita; donde me casé con Jannet –paceña– quien me dio dos hijos cruceños, Christian y Miguel; a la tierra donde conocí a Dios…
¡Cómo no amar a esta generosa Santa Cruz, tantas veces incomprendida e injustamente atacada! ¡A esta tierra que no se rinde ante la crisis y que nunca lo hará ante la adversidad!
Gracias Santa Cruz por ser parte de tu historia. En este día te bendigo y declaro que, por designio de Dios, ¡tus mejores días aún están por venir!
|