Viernes, 26 de septiembre de 2014
 

BARLAMENTOS

Ni nuestras bandas son mejores

Ni nuestras bandas son mejores

Winston Estremadoiro / Juro que fueron pilas gastadas en el mando a distancia de la tele, que me recalaron en canal chileno. Pasaba la gran parada militar festejando el ‘día de las glorias’ de su ejército. Su Campo de Marte era inmenso, pero la única gordita era la Bachelet, porque sus generales, no solo los del palco oficial sino también los que marcharon a paso de parada al frente de sus unidades, eran delgados y trotarían un Km sin resollar tal vez por estar fajados con corsé decimonónico, como sus mentes.
Nuestros generales darían para concurso de guatas, asemejándose a mariscales rusos sin haber ganado una contienda, aparte de la Batalla de Ingavi y la campaña de Ñancahuazú. De todas maneras, ésas se perdieron en mesa al rehusar clamores de Tacna y Arica de anexarse a Bolivia, la una; decapitando unas cuantas promociones y quizá ‘incentivando’ a los restantes, para que clamen lemas cubanos ante el Ché en el Palacio Quemado, la otra.
La marcialidad del desfile demostró que las rutinas de orden cerrado no están reñidas con preparar tropas para escenarios bélicos. Prácticas de orden abierto mejorarían de primar la sana competencia que percibí en las cuatro armas chilenas: ejército, armada, fuerza aérea y carabineros, con ramas técnicas e infantería de marina, unidades especiales y efectivos que convocan a cursos de refuerzo cada cierto tiempo, así estuvieran licenciados. Si no fuera el aymara-centrismo y el centralismo paceño de este país, si hoy está de moda volver a tiempos precolombinos, ¿qué tal si las tropas se agruparan en efectivos étnicos –aymara, quechua, guaraní, chiquitano, mojeño, tacana, etc., que compitan en garra guerrera, como en la época incaica? Incluyendo oficiales: ¡basta ya de ‘blancoides’ mandando a ‘indioides’!
No alardearon de sus juguetes de guerra. Ningún blindado fue traído a Santiago desde la lejana Iquique, salvo carros de asalto pintados de blanco y manejados por chilenos de boina celeste de la ONU. Eso sí, en el cielo volaron los Súper Tucano brasileños, los A-5 y F-16 estadounidenses. Bastarían los primeros para retener aguas del Silala y secuestrar multicolores lagunas de Sud Lípez hasta un plebiscito cuarenta y tantos años más tarde, como Arica y Tacna en 1929.
Amargó que la banda militar chilena era buena y tan marcial como la boliviana. Ninguna muestra de estamento armado escindido por prejuicios étnicos y de clase. Tocaban sus tambores efectivos espigados como el resto, no niños secuestrados de la miseria familiar. Los caballos no se cagaron frente al podio por tener lleno el buche y los cadetes no se desmayaron por tenerlo vacío. Con flautines que poco importaría perder si se hunde el barco, sus navales superan a los marineros de agua dulce que son artistas de la trompeta para amenizar francachelas: ¿por qué no destacan con pinquillos andinos o flautas orientales?
Hoy entristece el trasfondo corrupto de 7 jefes de tránsito destituidos y un comandante policial de Cochabamba descabezado por encubridor, dicen, de la violación múltiple a una minusválida por efectivos de la policía. ¿Qué tal la festichola de reos en cárcel de “máxima seguridad” en El Abra, donde tal vez los policías de bajo rango servían y se conformaban con las sobras del banquete? Militares de grado superior pelean a muerte en casinos de farra y oficiales violan a chicas premilitares. ¿Acaso han cambiado tiempos en que un civil, borracho, hacía que su amigo militar forme los efectivos a su mando para rendirle honores?
El descrédito resultante haría popular que reformen, de veras, a ‘pacos’ y a milicos. Policías que hinchen el pecho de ser carabineros enemigos del delito; militares cumpliendo su rol de guardianes de la patria. ¿Cómo puede progresar Bolivia, si ambos están en la mira por la corrupción, junto a los tres poderes del Estado? En vez de tal utopía, en la policía tenemos narco-generales. En la milicia, generales quizá cooptados a talegazos, con unidades encerradas en su cuartel mientras pululan pichicateros, ‘chuteros’ o matuteros en la frontera. Nada de extraño, si el número tres del Gobierno se postuló a un Ph.D. en España, en la especialidad de contrabando de camiones, dice la Wikipedia. Aunque usted no lo crea, diría Ripley.