OJO DE VIDRIO
En memoria de Josep Barnadas
En memoria de Josep Barnadas
Ramón Rocha Monroy.- Desde ayer a las 12 se velan los restos de Josep Barnadas en La Capilla ubicada en la avenida Gualberto Villarroel y Ciclovía. Es una enorme pérdida para el país. Sufrió un quebranto serio en su salud hace como una semana y justamente el miércoles contemplaba su retrato en el Archivo y Biblioteca Nacionales, con sede en Sucre, de donde fue Director.
Entre muchas obras, le debemos el Diccionario Histórico de Bolivia, un proyecto en dos tomos gigantes elaborado por un grupo de expertos que él dirigió. Es una obra de consulta imprescindible para conocer nuestro pasado e incluso para polemizar, como ocurre con el nombre del Primer Cancelario de la Universidad Mayor de San Simón, que según el Diccionario era Andrés María Torrico y no Julián María López, como es un lugar común en la historia nacional. En el Diccionario encontramos asimismo un archivo valioso sobre religiosos y religiosas que vivieron en Bolivia.
Mayor congoja me trae saber que Barnadas se emparentó con los Jordán, una familia muy querida en Cochabamba, que ha dado numerosos ciudadanos valiosos al país. Barnadas era una figura familiar en nuestra ciudad, que solía medirla a pie, sin saber acaso que un día lo sorprendería la cita impostergable con la muerte. Como para pensar que todos estamos en la sala de preembarque y que a ninguna edad tenemos la vida comprada.
El Archivo y Biblioteca Nacionales, cuyo director actual es Juan Carlos Fernández, forma parte de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia, a cuyo directorio pertenezco, pero aparte de la representación institucional, me une a los deudos un sentimiento de solidaridad y cariño que se redoblan por la ausencia de una personalidad tan valiosa. Barnadas murió sin haber sido honrado con el Premio Nacional de Culturas, que merecía ampliamente.
Su nombre completo era Josep María Barnadas. Era catalán de nacimiento (nacido en Alella en 1941) pero se había especializado en la historia colonial de Bolivia, donde vivió buena parte de su vida. Salió bachiller en Quito en 1961 e hizo su licenciatura en Humanidades Clásicas en la Universidad Católica del Ecuador, títulos a los cuales agregó el de Licenciado en Filosofía y en Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Sevilla en 1971.
A su celo se debe la fundación del Archivo Eclesiástico de Chuquisaca y de la Academia Boliviana de Historia Eclesiástica, como también la Revista Historia Boliviana, de la cual fue fundador y director. Era miembro de número de la Academia Boliviana de Historia, de la Sociedad de Geografía e Historia de Sucre, de la Sociedad Boliviana de Estudios Clásicos y Académico de la Real Academia de la Historia, incorporado en Madrid en 2002.
Su aporte al conocimiento de Charcas se refleja en su obra Charcas, 1535-1565. Orígenes históricos de una sociedad colonial (1973); el Diccionario histórico de Bolivia, (2 tomos, 2002) y Bibliotheca Boliviana Antiqva. Impresos coloniales (1534-1825) publicada en dos tomos en 2008. Charcas fue inicialmente publicada por CIPCA hace como cuatro décadas; el Diccionario contiene más de 3.800 entradas sobre nuestra historia escritos por más de 300 autores, y está basado en una iniciativa original de Alfonso Crespo Rodas. La Bibliotheca es una de las grandes fuentes de referencia documental en el período 1534 y 1825.
Su actividad infatigable de investigador en fuentes primarias le hizo rescatar varios libros valiosos como Relaciones jesuíticas de Mojos, La descripción del Perú de Pedro de la Gasca y la Breve descripción de las reducciones de Mojos, del jesuita Francisco Eder. A estos estudios se debe la biografía de Gabriel René Moreno y el estudio sobre el Padre Barba, autor del Arte de los Metales; Carlos Felipe Beltrán, párroco precursor de la educación intercultural; del cronista Pedro Ramírez del Aguila, del héroe de la independencia Mariscal Otto Felipe Braun, del filósofo Alfonso Querejazu Urriolagoitia y del cardenal Clemente Maurer.
No es el menor de sus méritos reconocer la cara indígena y campesina de nuestra historia subrayada por Jûrgen Riester y Xavier Albó, así como la historia del pueblo aymara. A ello se suma la revista Historia Boliviana, que apareció durante 7 años, 135 artículos de revistas especializadas y traducidas al alemán, latín, italiano e inglés, así como aquellos textos compilados en homenaje a Gunnar Mendoza y a Werner Guttentag.
Pero estos son datos que uno puede encontrar en Internet. Lo importante es la certeza de haber perdido un hombre dotado de un tesón infatigable y una voluntad de hierro para ejecutar una obra cumbre de las letras bolivianas, que lo emparenta a historiadores y archivistas como Gunnar Mendoza y René Arze Aguirre.
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