EDITORIAL
Bolivia vista por los vigías del capital
Bolivia vista por los vigías del capital
A pesar del optimismo de estos informes sobre la economía nacional, no se debe obviar que las bases de su sustento son todavía demasiado frágiles
Con gran entusiasmo, lo que resulta comprensible dada la habilidad con que las fuerzas gubernamentales hallan la forma de obtener rédito electoral en cuanta ocasión se les presenta, las autoridades del sector financiero de nuestro país han dado gran relevancia al más reciente informe de la calificadora internacional de riesgo Fitch Ratings que elevó la calificación de Bolivia de “BB- estable” a “BB- positiva” por el crecimiento de la economía boliviana y su potencial expansión a largo plazo.
La noticia, pese a lo buena que es, sobre todo si se compara con la pésima situación de otras economías de nuestra región, como la de Venezuela y Argentina, principalmente, fue recibida con cierto escepticismo entre quienes siguen de cerca la evolución de la economía boliviana. Lo que entre otros motivos se explica porque ya no son novedosos los términos elogiosos con los que los más importantes referentes en el mercado de capitales internacional se refieren al desempeño de la economía nacional. En efecto como bien lo hizo notar el ministro Luis Arce Catacora, este es el quinto año consecutivo que los informes de las calificadoras de riesgo sobre nuestro país son positivos.
Los argumentos en los que se basa la evaluación de Fitch Ratings son también muy similares a lod que señaló hace algunos meses Standard & Poor’s Ratings Services (S&P). Entre ellos se destaca el crecimiento histórico de la economía boliviana que en 2013 llegó a 6.8% y proyecta que ésta se expandirá hasta en 5.2% en el periodo 2014-2016, cifra que supera su potencial estimado de hasta 5%, proyectado para países con una calificación de riesgo mayor (BB). Fue también valorada muy positivamente el alza de la producción del gas natural, las reformas legales de hidrocarburos, inversión pública, minería y el desempeño de las empresas estatales entre 2013 y 2014, lo que según la calificadora habría bajado la incertidumbre regulatoria y los riesgos de nacionalización fomentando una mayor participación privada.
Desde otro enfoque, y sin que eso signifique menoscabar la importancia de esas miradas positivas que provienen del exterior, no es menos cierto que también merecen atención otras visiones que no son tan positivas y cuyos fundamentos son también sólidos pues cuentan con el respaldo de datos objetivos de la realidad. El más importante de todos es que, muy a pesar de lo que digan las calificadoras de riesgos y de los esfuerzos que hace el Gobierno, las inversiones extranjeras siguen haciéndose esperar. Hasta ahora, de muy poco han servido los gestos de buena voluntad que ha dado el Gobierno, sobre todo en lo que al sector hidrocarburífero se refiere. Y eso es muy grave pues, como todos los datos lo confirman, la falta de inversiones está poniendo en muy serio riesgo el futuro inmediato del sector.
No menos importante que lo anterior es que tanto para Fitch Ratings como para Standard and Poors, Bolivia es vista única y exclusivamente como un potencial receptor de capitales para la explotación de materias primas y es el único criterio que en verdad pesa a la hora de evaluar sus posibilidades y limitaciones. Y ese solo hecho tendría que ser un buen motivo para moderar las miradas exitistas pues, como la experiencia lo enseña, en economía no hay nada más frágil que la bonanza basada en factores circunstanciales.
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