A TI, JOVEN CAMPESINO
¡Tanto amor para dar!
¡Tanto amor para dar!
P. Pedro Rentería Guardo / Buenas noches, padrecito. ¿Cómo le va? - Hola, buenas noches, changuito. ¡Mira cómo estás!: descalzo y en pijama. Te aconsejo que te pongas una chompita porque las noches aún son frías. Y cálzate los tenis, por favor.
- No se preocupe, padre. Estoy acostumbrado. Sólo quería estar un rato con usted, ahora que la noche está linda y las estrellas sonríen allá arriba. ¿Ya terminó de dar las “buenas noches” por las habitaciones?
- Bueno, sí… creo que por la 16, la de los peques, todavía no he pasado. Y tú, ¿cómo estás?
- Supongo que estoy un tanto cansado y necesitaba respirar aire fresco… ¡Y qué mejor que a su lado, padrecito!
- Pues gracias, chaval. Bien sé que la noche, serena, invita a la conversación. El ritmo de vida, a veces agitado, del hogar-internado, se merece ahora un poco de charla y también, ¿por qué no?, de silencio contemplando las estrellas que dices sonríen. ¿Sabes?, me gusta cómo te expresas.
- Gracias, padrecito.
- Ya quedan pocas semanas para vuestra gran jornada de promoción. Pronto serás un flamante bachiller, como nos gusta decir en Bolivia. ¿Por dónde caminarás en tu vida?
- Me parece que me ocurre como a casi todos mis compañeros: no tenemos claro qué hacer, dónde y cómo. Así que aproveche para animarme a ingresar en el Seminario. Podría ser…
- No, tranquilo. Te animaría a ser sacerdote si notara en ti un alguito de inquietud vocacional. Pero me parece que tu trayectoria en estos años ha ido por otros itinerarios. Y, ciertamente, sé que Papá-Dios siempre ha estado presente en tu vida.
- Es verdad, padrecito. Siempre he intentado rezar y permitir que Dios esté cerca de mí. Pero le confieso que, a pocos meses de salir bachiller -“flamante”, como usted dice-, no puedo evitar cansancio, aburrimiento y un no sé qué… Como si nada me interesara. Como si todo fuese un asco, y disculpe la palabra. Sé que usted me entiende.
- ¡Vaya! Estás con el síntoma adolescente del desencanto, del hastío… del sinsentido. Que sepas que es algo normal. No eres un tipo raro, sino un chico más que está pasando una temporada de crisis, de inquietud, de búsqueda. Y eso, todo eso, es bueno. No lo dudes. Siempre y cuando no te hundas en la depresión y después nos resulte difícil sacarte de esa ciénaga.
- ¿Qué puedo hacer, padre? ¿Qué haré con mi vida?
- Alguna vez me habéis escuchado que vuestra vida será lo que cada uno de vosotros, de ustedes, quiera que sea. No nos engañemos: somos dueños, constructores, de nuestro destino. Manejamos firmes un navío y no debemos consentir que un vientecillo o un huracán lo saquen de su rumbo…
(…)
- Te has quedado muy callado y pensativo. ¡Ya veo que te encanta la sonrisa de las estrellas!
¬- Disculpe, padrecito. Me gusta escucharle… y esta noche también me gusta este ambiente de silencio, a pesar de los ladridos de los perros de D. Nicolás, el sereno.
- Recuerdo una película que vimos aquí ya hace bastante tiempo. Se trataba de un niño, enfermo de cáncer, que escribía unas curiosas cartas a Dios. Le apoyaba una buena señora, que vendía pizzas al personal del hospital donde estaba el pequeño. Entre ambos vivieron una linda historia de amistad. Juntos descubrieron sentido para sus vidas, tan distintas y tan distantes. Esa amistad les unió hasta el día de la muerte del niño…
- ¿Qué más ocurrió, padrecito?
- Pues que al final, aquella señora, tan motivada por la difícil experiencia del enfermito, descubrió en su corazón un sinfín de amor para dar, para repartir entre quienes le rodeaban. Y tanto amor dio pleno sentido a sus días. Fuesen aburridos o encantadores.
Éste fue el intenso diálogo, en la noche de las estrellas, contigo, adolescente del hogar-internado. Hablar con vosotros, queridos chicos, es siempre mágico. Urgí que te fueras a la cama, descalzo y en pijama, porque ya era tarde y hacía frío. Mientras las estrellas, tus estrellas, seguían sonriendo, le pedí al buen Dios que nos llene el corazón de amor. Amor para repartir. Amor para no buscarnos a nosotros mismos. Amor para el distinto, para el diferente, para quien no piensa como nosotros, para quien nos llama “enemigo”… Amor sin mentira, sin falsedad, sin discriminación, sin corrupción. Amor sin violencia, sin rencor, sin venganza. Amor tolerante. Sólo amor.
Buenas noches, changuitos. ¡Felices sueños!
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