Martes, 7 de octubre de 2014
 
¿Iglesia, acompañamiento y política?

¿Iglesia, acompañamiento y política?

A. Abel Maldonado Álvarez.- "La iglesia tiene que concebirse y comportarse hoy como testigo y transmisor público de una peligrosa memoria de libertad dentro de los sistemas de nuestra sociedad que se llaman emancipadores” (Johann Baptist Metz)
Metz desarrolla una tesis teológica que considera que ningún politólogo podría formular. Le interesa definir sus términos principales: “iglesia” y “memoria de libertad”. El punto central de su tesis es el término memoria, la cual, según Metz, “tiene algo de descarga del pasado, que es algo así como una reconciliación con el pasado, una suerte de transfiguración”. Metz descubre que en la memoria del hombre “existen algo así como contenidos subversivos” frente a los cuales la sociedad establecida parece tener miedo. Dicha memoria rompe las llamadas “estructuras de plausibilidad de la sociedad”, la “unidimensionalidad de la conciencia”. Es la memoria que anuncia “la seguridad de aquellos cuya hora ya está aquí” (Jn), y es la que crea “la sospecha de que es posible que nuestros entramados sociales sean entramados de ocultación”. Esta es la razón por la cual la sociedad establecida, “que trabaja y se satisface con determinadas relaciones de dominación”, mira con miedo y con cierto peligro a la memoria del hombre.
Desde lo anterior ya podemos vislumbrar el desafío que se le presenta a la iglesia para acompañar el compromiso político de sus fieles, al llamado a ser testigo de una memoria y más aún de una memoria de libertad. Metz lo expresa al decir que “la fe cristiana, por su propia identidad, puede y debe ser vista como una memoria de esa clase”. Metz considera que “la iglesia sería la forma de vida pública de esa memoria” a la cual no debemos renunciar porque si lo hiciéramos convertiríamos a nuestra fe en “algo absolutamente vacío, le quitaríamos toda su capacidad crítica y la convertiríamos en no más que una paráfrasis simbólica de la conciencia moderna sin relevancia alguna”. Metz continúa su reflexión tratando de dar con el criterio del carácter cristiano de dicha memoria y lo encuentra en “la peligrosidad salvadora y redentora con que la libertad recordada de Jesús es traída a la sociedad del momento, a sus formas de conciencia y a la iglesia de cada tiempo”. Desde la memoria emancipadora de Jesucristo, todos los órdenes políticos son, por principio, órdenes de la libertad, porque todos ellos se basan en ese “todo es vuestro”.
Los fieles, al asumir su compromiso político, deberían ser acompañados por esta iglesia que está llamada a testimoniar la memoria emancipadora de Jesucristo; que resalta el poder que tiene la libertad humana de perfección, de reconciliación y de paz. Así el compromiso político de los fieles se ve orientado, a la luz de la memoria de Jesucristo y del anuncio del Reino de Dios, que se inserta en la historia de la sociedad. Esta realidad motiva tanto a la iglesia como a cada cristiano a participar del anuncio del Reino que viene a “ensanchar” la visión de un orden establecido y, por lo mismo, “se convierte en el ethos político de los cambios y las transformaciones libres”.
Es de ahí, que este proceso no es ajeno a nuestra realidad, ya que basta con recordar a grandes hombres que dieron su vida, compromiso (por los pobres, los perseguidos), fe, y fueron una voz libre en nuestra querida Bolivia (por ej., el P. Luis Espinal). Y cómo no, ver que tenemos una iglesia que supo hacer prevalecer los derechos a la vida e igualdad social en nuestra sociedad y que continúa haciéndolo, y ese es el acompañar diario de la iglesia con su pueblo (y cada uno de sus fieles), un pueblo no ajeno a su realidad, y menos aún, indiferente a su acontecer diario.
Es por ello que no se puede pedir a un padre de familia que acompañe y proteja a su familia dando la espalda a su realidad y su prójimo, menos pedir a un grupo político que planifique un programa de gobierno utópico a la necesidad de su pueblo, como tampoco se puede pensar que la Iglesia debe ser ajena a la realidad sociopolítica de nuestro país. Por lo tanto, el acompañar es caminar con el otro, como lo hizo Jesús con nosotros y lo hace cada día.