Miércoles, 8 de octubre de 2014
 

DESDE LA TRINCHERA

Ahora le toca al “soberano”

Ahora le toca al “soberano”

Demetrio Reynolds.- Sólo faltan unos días, pero todo está listo: el matadero olímpico y el pedestal de gloria; el pescuezo extendido hacia la guillotina y el rédito por los talegazos de oro. Es el resultado de la campaña. La oposición nunca supo adónde iba, y el oficialismo logró una meta intermedia. Sin rival, el jefazo y sus huestes esperan arrasar en las urnas, salvo error u omisión. Esa salvedad hipotética es el voto del electorado nacional. Pese a las encuestas, es una gran incógnita.
Aunque la disyuntiva es muy clara: dictadura o democracia, la tarea del electorado no es fácil. No hay un cuadro de diferencias nítidas para decidir. La borrosa oposición es tan mala como la ambición desmedida. Diría de buena gana “que se vayan todos”, como los argentinos dijeron cierta vez. Ninguno –ni la oposición ni el oficialismo– infunden una confiada esperanza. Le dejaron ambos chambones, al soberano, un hueso duro que roer, pero no puede eludir su responsabilidad. Moverá la ficha clave que le corresponde.
Es un escenario inédito, con actores relativamente también nuevos. Fue tan grande la tentación de “vivir bien” que, sin vacilar, se sumaron hasta los expresidentes para conformar un solo bloque. El macro sindicato legislativo, los poderes del Estado y todo el aparato administrativo –lo que antes era la institucionalidad– sólo son una referencia nominal; virtualmente no existen sino como dependencias subalternas del Ejecutivo. Por eso la lucha electoral es entre una clase media amorfa, timorata y sin liderazgo y las comunidades organizadas, los sindicatos y los ayllus convertidos en células políticas: “Ahora nos toca. Hay que aprovechar al máximo”. Lo están haciendo.
Un buen juez mira a ambos lados. Lo que se ve de la oposición es la lealtad nunca desmentida con el jefazo; incluso simularon pelearse para testimoniar mejor su adhesión. No hay nada más que decir; es tan pobre hasta en lo malo que hace. El oficialismo ha empapelado y pintarrajeado todo el territorio nacional. La autoalabanza (vituperio en boca propia) ha llenado de estridencia fastidiosa el ámbito rural y urbano. Lo que no exhibe –más bien oculta– es el paquetazo de los delitos y errores. Tomando en cuenta las dos caras de la medalla, ¿a qué lado se inclinaría la balanza? Lo que sigue es sólo una versión escueta; sería muy largo mencionar todo.
El suceso del hotel “Las Américas” ya no deja dudas sobre quién planeó y ejecutó la masacre. De Chaparina sigue guardada la “pepa” (el secreto) bajo siete llaves de la Vicepresidencia. Los muertos, que ya superan en cantidad a los de “octubre negro” de 2003, siguen clamando justicia. En el narcotráfico, la serpiente no se morderá nunca la cola… Pero el hecho más grave es el incumplimiento de la palabra empeñada (no a la reelección). En personajes de primer nivel, un principio moral vale tanto como una ley constitucional. El binomio oficialista infringió ese principio. Su postulación acaso sea legal, pero no es ética.
Como no se puede suponer que elige lo malo a sabiendas, este inventario rápido hace pensar en que la intención oculta del electorado pudo ser distinta de lo que reflejan las encuestas. No sorprendería mucho que saliendo por los fueros de su dignidad –igual que en la anterior ocasión– rechace en las urnas la “estrategia envolvente” y el celofán con que está envuelta. Quién sabe si después gallardamente diga: “No contaban con mi astucia”, como en los pasados días el “soberano” del Brasil.