Miércoles, 8 de octubre de 2014
 

DE-LIRIOS

El PRI y el MAS

El PRI y el MAS

Rocío Estremadoiro Rioja.- En la próxima gestión gubernamental es muy probable que continúe la hegemonía partidaria. Para augurar un futuro, habría que mirarnos en el espejo circular del pasado y recordar lo que aconteció con la hegemonía del MNR (1952-1964), o el caso de México (país que comparte con Bolivia muchas similitudes en su formación social), con la hegemonía del PRI (1920-2000), partido que tuvo la “capacidad” de articular tal maquinaria de poder, que subyugó el sistema político mexicano por ocho décadas (por favor, que no babeen algunos militantes del MAS).
El PRI nació como fruto de una revolución determinante en la alforja de utopías que construyeron la izquierda de América Latina. Al procurar “institucionalizarla”, se configuró este partido policlasista y donde conviven distintas ideologías, lo que lo convirtió en un pragmático organismo que intervino todo el andamiaje institucional mexicano, a pesar de un modelo de Estado federal.
Los Gobiernos del PRI supieron amoldarse para mantener el poder, transcurriendo entre postulados de “izquierda”, “centro” o “derecha” según la conveniencia y la coyuntura. Por ejemplo, mientras en la décadas de los 60 y 70 nuestros países pasaban por la sombra de las dictaduras militares, en México se seguía el “normal” cause constitucional dominado por el PRI, sin que signifique que la “Doctrina de Seguridad Nacional” no haya dejado su huella en México y eso se evidenció cuando en 1968, las fuerzas gubernamentales masacraron a universitarios en Tlatelolco. Por ello, para muchos, la hegemonía del PRI fue la “dictadura perfecta” porque no tuvo la necesidad de recurrir a los cuartelazos para regir con tintes absolutistas.
Si analizamos principalmente la segunda gestión del MAS, existen pretensiones análogas para controlar el total del armazón estatal. Basta ver lo que acaece con el Poder Judicial, las FFAA, etc., sin contar que de nueve, finalmente siete Gobernaciones pertenecen al MAS (ni qué decir de innumerables municipios) y que organizaciones civiles como la COB o la Cidob están siendo permanentemente intervenidas por seguidores del partido hegemónico.
No obstante, seguramente debido a que los fantasmas de Santa Anna o Porfirio Díaz estaban demasiado frescos en la memoria colectiva mexicana, lo que sí se evitó en su diseño institucional post revolución, fue la reelección de la misma persona a la Presidencia.
Ésa sería la mayor diferencia entre el México del PRI y la Bolivia actual. En nuestro caso, recordando a las autocracias sultanistas que asolaron Centroamérica y El Caribe, es preocupante la omnipresencia de la figura presidencial, lo que incluye un bombardeo agobiante de su imagen o su presencia en la entrega de la más ínfima obra en cada rincón del país, más allá de si la misma es resultado de la administración de los “autónomos” gobiernos departamentales o municipales. Hay también la propensión de llamar cualquier cosa con el nombre del Presidente, desde eventos deportivos, decenas de colegios, estadios, etc. y hasta una “Escuela de Abogados del Estado”.
Y como todo PRI, tiene su PAN (que más parecía un extemporáneo espectro funcional al PRI, al otorgar legitimidad a esa “democracia” sin que pudiera calificarse como unipartidista), en la fragmentada Bolivia se tambalean múltiples partidos opositores, cuyos máximos exponentes hacen eco de la agenda que coloca el MAS y con tan inteligentes expresiones, que uno de los candidatos no pudo articular nada más sesudo que la promesa de que, bajo su mandato, “la Biblia y Dios volverán al Palacio de Gobierno”.