EDITORIAL
La situación actual de la mujer boliviana
La situación actual de la mujer boliviana
A pesar de las mejoras, lo cierto es que estamos todavía lejos de superar los valores y prácticas que menoscaban el papel de la mujer boliviana
El Día de la Mujer Boliviana, que se celebra el 11 de octubre en homenaje a Adela Zamudio, una de las más brillantes exponentes de la lucha por construir un país en el que las mujeres no encuentren límites para tener una amplia participación en todas las actividades de la sociedad, es una ocasión que se presta para evaluar lo que se ha avanzado, lo que falta por avanzar y las rectificaciones de rumbo que habrá que ir haciendo en el camino que conduce a una plena equidad de género.
Como toda evaluación, el tema puede y debe ser abordado a partir de un recuento de los éxitos y fracasos en una tarea colectiva que requiere esfuerzos de largo aliento y paciencia, pues los cambios, como todo proceso social, suelen ser más lentos de lo que sería de desear.
Desde el punto de vista positivo, una somera mirada a la realidad cotidiana es más que suficiente para reconocer lo mucho que han mejorado para las mujeres las circunstancias si se las compara con las que imperaban hace sólo unas décadas atrás. Tan atrás han quedado los tiempos cuando mujeres como Zamudio eran tan excepcionales que su sola aparición en la vida pública constituía todo un acto de rebeldía y transgresión, que a las nuevas generaciones les resulta difícil imaginar algo diferente.
Un elocuente ejemplo de lo dicho es la paridad de género, que este domingo confirmará que el avance femenino mantiene su paso firme, tal como ocurre en las más diversas actividades en las que su presencia solía ser, en el mejor de los casos, una excepción.
Sin embargo, y a pesar de los muchos e importantes que son los avances, hay hechos que impiden que el balance final sea del todo positivo. Es que a pesar de que Bolivia es un país que se destaca por la abundancia de leyes, mandatos constitucionales incluso, que en los papeles parecen grandes pasos hacia adelante, abundan también los hechos que indican que es aún muy grande la brecha que separa las intenciones de la realidad.
De todos los aspectos negativos, el que más se destaca sin duda es el relativo a la violencia de género. Según los informes sobre el tema, se calcula que más del 80 por ciento de las mujeres suelen ser víctimas de algún tipo de violencia. Y con una frecuencia muy superior a los promedios de otros países, esa violencia llega a causar la muerte de las víctimas, gran parte de ellas niñas o adolescentes que apenas han ingresado a la pubertad.
Más alarmante aún que los datos numéricos, es el contexto y las circunstancias en que se producen gran parte de los casos de violencia contra la mujer. Según los reportes, es el hogar el sitio más peligroso y los parientes más cercanos –padres, esposos, hermanos u otros del entorno más íntimo– los principales victimarios.
En síntesis, y puestos en la balanza los aspectos positivos y negativos, lo que queda claro es que estamos todavía lejos de haber superado los tradicionales valores y prácticas poco afines con la causa que hoy se conmemora, razón más que suficiente para redoblar esfuerzos en ese sentido.
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