Martes, 14 de octubre de 2014
 

EDITORIAL

Descalabro en el TSE

Descalabro en el TSE



Hasta ahora, las fallas del TSE han sido sobrellevadas con altas dosis de benevolencia, pero el descalabro está llegando a un límite inadmisible

En medio de muchas incertidumbres, la más importante de las cuales es la posibilidad de que unos cuantos votos hagan posible o impidan que el Movimiento al Socialismo logre el control total sobre el Órgano Legislativo, hay una verdad a estas alturas irrefutable y cuyo reconocimiento pleno es de máxima urgencia desde el punto de vista de la salud del sistema democrático y sus instituciones. Nos referimos al descrédito en que se ha sumido el Tribunal Supremo Electoral.
Hasta hace pocos días, y a pesar de la vergonzosa cadena de desaciertos cometidos por esa institución, todavía cabía algún margen para la esperanza en una rectificación de conductas basada en el reconocimiento de los errores cometidos y en un sincero propósito de enmienda de parte de las principales autoridades de tan importante institución. Sin embargo, y a pesar de lo grande que ha sido la paciencia con que se fue dejando pasar las deficiencias, durante las últimas horas se ha llegado a un punto ante el que ya ninguna forma de condescendencia es admisible.
La gota que ha rebasado todo límite de tolerancia ha sido la debacle del sistema de cómputo del TSE, precisamente cuando la atención de todo el país estaba concentrada en la difusión de los primeros datos oficiales. Sin que medie explicación razonable alguna, el conteo de voto fue paralizado muy poco después de haber sido iniciado y hasta muy avanzada la tarde de ayer no había visos de una solución definitiva del problema.
Tan o más alarmante que la falla en sí misma es la ligereza con que las autoridades del TSE han pretendido justificarla. Han atribuido el colapso informático a amenazas de supuestos “hackers” y lo han hecho en términos tan inverosímiles que sólo han multiplicado la desconfianza que inspira cada uno de sus actos.
El asunto, de por sí suficiente para ameritar la renuncia colectiva de los miembros del TSE, se agrava hasta llegar a límites muy peligrosos si se consideran las circunstancias en que se abre tan amplio margen a la incertidumbre. Es que como lo indican las muy leves diferencias entre los cálculos y proyecciones hechos por diferentes empresas encuestadoras, son muy pocos votos los que pueden causar grandes diferencias en la configuración del escenario político nacional en el futuro inmediato.
La más importante de todas las eventuales variaciones que dependen de los cómputos oficiales es la que se refiere a la obtención o no de los dos tercios necesarios para el control absoluto del Órgano Legislativo por parte de las fuerzas oficialistas. Sólo los cómputos oficiales podrán dirimir el asunto y con cada hora que pasa sin que el TSE dé alguna muestra de seriedad las dudas se multiplican y con ellas la desconfianza, con todo lo que ello implica para la salud y legitimidad de la institucionalidad democrática y para los actos de la próxima Asamblea Legislativa.
Hasta ahora, quienes desde Bolivia vigilan de cerca la conducta del TSE, así como los observadores internacionales, han optado por la paciencia, la condescendencia y comprensión. Pero eso tiene un límite. Y ese límite está a punto de ser rebasado.