EDITORIAL
Prepararse para el fin de la bonanza
Prepararse para el fin de la bonanza
Sin negar la importancia de los indicadores positivos, sería un error sobrestimarlos y al mismo tiempo subestimar el peso negativo de la crisis
Durante las últimas semanas, y con especial intensidad durante los últimos días, han proliferado las noticias y análisis que dan cuenta del inminente fin del “superciclo” de altos precios de las materias primas, gracias al que Latinoamérica gozó de algo más de una década de extraordinaria bonanza económica.
Los datos en los que se basan las visiones pesimistas sobre el futuro de la economía son muy elocuentes y no dejan lugar a las interpretaciones ambiguas. El precio del petróleo ha comenzado a bajar abruptamente y lo mismo pasa con los minerales, alimentos y prácticamente todas las materias primas. Y aunque algunos días las pizarras de las cotizaciones han mostrado alguna leve recuperación, todo parece indicar que la tendencia ya está definida y a partir de ahora sólo se puede esperar malas noticias.
La desaceleración de la economía china, después de diez años de haber multiplicado su demanda de materias primas, sería, según los expertos en temas económicos, la causa principal de la caída. Pero no la única, pues a ella se suman los malos resultados con que está a punto de terminar la gestión 2014 en las economías más importantes de Europa. Alemania, a donde se dirigían las miradas en busca de señales esperanzadoras, ha comenzado a mostrar cifras rojas en sus balances y eso hace temer que la ansiada recuperación esté todavía lejos.
En Latinoamérica, también han comenzado a hacerse sentir las consecuencias negativas. Brasil está ya prácticamente sumido en la recesión económica, Venezuela, que aún antes de la crisis de los precios estaba ya en crisis, está a punto de colapsar, y la economía argentina también se hunde irremediablemente.
En lo que a nuestro país corresponde, los motivos para la preocupación no son menores. La caída de los precios de los minerales durante las últimas semanas ha llegado a bordear el 35 por ciento, lo que ya ha tenido como primera consecuencia el cierre de operaciones de una de las principales empresas del sector. Las consecuencias de la baja en la cotización del petróleo y por consiguiente del gas que exportamos son también alarmantes. Se calcula que se traducirán en una pérdida de ingresos de aproximadamente 700 millones de dólares durante el próximo año
Sin embargo, en medio de muchas noticias desalentadoras, hay en el caso boliviano algunas razones para esperar que la caída no sea tan traumática como sin duda lo será para otros países de la región, como Venezuela y Argentina. Es que si algo se puede y debe reconocer a la actual gestión gubernamental es que ha tenido el acierto de administrar la bonanza mejor que otros países, lo que se refleja en resultados alentadores.
En efecto, y como no se cansan de hacer notar los principales organismos económicos internacionales, Bolivia ha logrado durante los últimos tiempos un desempeño económico muy superior al promedio latinoamericano, lo que no es atribuible exclusivamente a las favorables condiciones externas. Sin embargo, y a pesar de los indicadores positivos, sería un gravísimo error sobrestimarlos y al mismo tiempo subestimar el peso negativo que sin duda tendrán las nuevas circunstancias internacionales.
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