Miércoles, 22 de octubre de 2014
 

DE-LIRIOS

Chico Buarque “sociológico”

Chico Buarque “sociológico”

Rocío Estremadoiro Rioja.- No tuve la suerte de dedicarme al arte. Mi ingenua fe en la humanidad (bastante perdida a estas alturas) me arrastró por los caminos de las ciencias sociales y por esas truculentas aguas, navego todavía, tambaleándome con la certeza de que, de tantas y variadas formas de vida, se me ocurrió estudiar la más grotesca.
No obstante, por más paradójico que suene, fue el arte el que me colocó en este pasaje extraño, ya que en mi niñez y adolescencia, gracias a mis padres y su fabulosa biblioteca (y a mi propensión al insomnio), fui devorando cuanto pude de literatura y descubriendo a través de Dostoievski, Camus, Amado o Arlt, una inquietud por comprender lo social, su sudor y sus lágrimas. De esa manera, como le sucedió al Quijote, la lectura robó la poca cordura que aún conservaba.
Por el mismo periodo, igualmente se me revelaron la música y el cine “sociológicos” y entre otros compositores extraordinarios, mediante un viejo disco de vinilo, conocí a Chico Buarque.
Nunca olvidaré ese día. Tendría unos 13 años y, como era habitual cuando no había nadie en casa, estaba fisgoneando en la colección de discos de mi padre. Y allí estaba, era un disco azul que rezaba “A arte de Chico Buarque”. Me puse a ojear la contratapa y, al azar, leí la letra de “Construção”. Quedé pasmada. Coloqué el disco y fui avizorando aquella poesía cantada que me cambió para siempre. Recuerdo como si fuera ayer la emoción que sentí con “Valsinha”, “Gente humilde”, “Fado tropical” o “Atrás da porta”.
Poco tiempo después, escuché “O que será”, canción que atesoro como un “himno”, porque sus dos versiones (“A flor da terra” y “A flor da pele”), reflejan esas facetas que, finalmente, iluminaron el sendero de contrasentidos que suele conectar lo “sociológico”, con lo más profundo de la subjetividad y la fragilidad interna.
Y como una cosa lleva a la otra, sucumbí en el maravilloso embrujo de la Música Popular Brasileña y de la bossa nova, géneros tan conectados con su cultura, su historia y su gente, que también me abrieron, irremediablemente, a lo social y particularmente a los Estudios Latinoamericanos.
Para ilustrar con creces estas aserciones, qué mejor comprensión de la colectividad (y su despertar), dulce y lacerante al mismo tiempo, que la dibujada mágicamente por Chico Buarque en “Rosa dos ventos”:
“Y del amor gritó el escándalo/Del miedo se crió lo trágico/El rostro se pintó pálido/Y no rodó una lágrima/Ni un lamento/Para socorrer/A la gente del hábito/De caminar entre las tinieblas/De murmurar en los rincones/De tirar leche a las piedras/De ver el tiempo correr/Mas, bajo el sueño de siglos/Amaneció un espectáculo/Como una lluvia de pétalos/Como si el cielo viendo las penas/Muriese de pena/Y lloviese el perdón/Y la prudencia de los sabios/No osó contener los labios/La sonrisa y la pasión/Pues, rebosante de flores/La calma de los lagos se encolerizó/La rosa de los vientos se dañó/El lecho de los ríos se colmó/E inundó de agua dulce/La amargura del mar/En una inundación amazónica/En una explosión atlántica/Y la multitud viendo en pánico/Y la multitud viendo atónita/Aunque tarde/Su despertar”. (Traducción mía).
Así, cómo no estar convencida de que el análisis sociológico, político, histórico, etc. puede estar plasmado magistralmente en la literatura, en la música, en las artes plásticas, en el teatro o la danza y mucho mejor que en la más elaborada teoría. Cómo no reírse de los “intelectuales” que proclaman que han leído miles de libros, pero ninguno de literatura, o de los que denigran al arte, a nombre de lo “científico” o lo “político”.