EDITORIAL
Brasil y Uruguay
Brasil y Uruguay
Los resultados electorales en ambos países permiten augurar una tendencia hacia la moderación de discursos y políticas en la región
Las recientes elecciones celebradas en Brasil y Uruguay se constituyen en señales que confirman la buena salud de las democracias de la región que, con contadas excepciones, como lo es la venezolana, van consolidándose a través de la celebración regular de actos eleccionarios con amplia participación ciudadana, así como con autoridades electorales que realizan sus mayores esfuerzos por dotar a los procesos de ecuanimidad, transparencia y participación; todo ello dentro de un contexto de respeto por las libertades civiles y políticas, sin las que sería imposible afirmar la existencia de verdadera democracia.
Dentro del campo de las tendencias políticas, la ajustada victoria de la Presidenta Rousseff, al igual que la segunda vuelta prevista en Uruguay entre los candidatos Vásquez y Lacalle, hacen pensar en un retorno del equilibrio en el campo de fuerzas políticas en la región, que en los últimos años había sido ocupado mayoritariamente por corrientes pertenecientes o afines a lo que se llamó el Socialismo del Siglo XXI.
En el caso de Brasil, hasta hace un año el partido de Rousseff esperaba una victoria con mayor holgura, para la que se había valido de elementos estratégicos como la nueva condición de “potencia emergente” de aquel país, así como haber conseguido ser la sede del Mundial de Fútbol 2014. Una rápida desaceleración económica, junto a persistentes problemas de pobreza, opacaron éstos y otros logros, devolviendo la atención de gobernantes y gobernados sobre una dura realidad en la que aún falta mucho por hacer.
En Uruguay, el Presidente José Mujica, con su estilo modesto y austero, encabezó un gobierno que puso en marcha medidas sociales de avanzada que, no sin controversia, han abierto las puertas en la región para que muchas políticas que se mantenían inamovibles sean puestas sobre la mesa del debate en la búsqueda de alternativas diferentes, como la despenalización del aborto, el matrimonio homosexual y la regulación del mercado de la marihuana.
Económicamente el gobierno de Mujica se ha caracterizado por el manejo prudente y responsable del gasto público, junto a un escrupuloso respeto por la inversión, realizándose algunas reformas fiscales que, en todo caso, no han generado sobresaltos en su economía.
Es en el ámbito de las relaciones internacionales en que ambos gobernantes han jugado un rol esencial para la sostenibilidad de los diferentes regímenes que, aun no habiendo sido tan responsables y escrupulosos en el manejo de la economía, han sido parte de la misma corriente regional autoidentificada con la izquierda, como lo son los gobiernos de Venezuela y Argentina, que hoy enfrentan serias crisis en distintos campos.
Los gobiernos de Brasil y Uruguay, entonces, han mantenido lealtades y apoyado discursivamente en el campo diplomático a gobiernos cuyas políticas no han practicado en sus propios países, buscando articular un contrapeso político regional ante las grandes potencias del Mundo.
Tanto el retorno de Rousseff en Brasil, como el del partido de Mujica en Uruguay, en condiciones políticas menos favorables, hacen prever un menor influjo de sus gobiernos en las líneas radicales del Socialismo del Siglo XXI y una tendencia hacia la moderación de discursos y políticas.
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