Viernes, 31 de octubre de 2014
 

EDITORIAL

Todos Santos versus Halloween

Todos Santos versus Halloween



El afán de vincularse con el mundo de los muertos, tan antiguo como la humanidad, es algo que comparten todos los pueblos de la tierra

Desde hace algún tiempo, la fiesta de Todos los Santos llega acompañada de una polémica que con cada año que pasa se intensifica y paulatinamente va adquiriendo indeseables ribetes de intolerancia. Se trata de toda una batalla cultural que se ha desatado entre quienes se resisten a que Halloween se incorpore a nuestras costumbres, por considerar que esa forma de celebrar el Día de los Muertos es un indeseable símbolo de la colonización cultural, por una parte, y quienes se adscriben con entusiasmo a ese como a otros símbolos de la globalización cultural, por la otra.
La polémica es relativamente reciente, pues las calabazas, brujas, fantasmas y demás figuras monstruosas asociadas con la muerte según la tradición nórdica que dio lugar a Halloween eran entre nosotros desconocidas, o conocidas muy de refilón por muy pequeños círculos expuestos a influencias culturales antes de estos tiempos de masificación. Ha sido tan rápida la irrupción de esos elementos, que los símbolos y prácticas heredadas de la tradición ibérica y católica, amalgamadas con las provenientes de épocas precolombinas, se han visto avasalladas y tienden a ser desplazadas.
Estamos pues ante un clarísimo ejemplo de lo que es un proceso de aculturación que avanza desde los círculos juveniles de las élites urbanas y se expande venciendo toda resistencia geográfica y cultural. Y lo hace a un ritmo tan acelerado que con razón llama la atención de quienes lo observan.
El fenómeno no es nuevo ni exclusivo de nuestro país, pues similares batallas están librándose desde México hasta Argentina por los mismos motivos. De un extremo a otro del continente, teólogos, antropólogos y sociólogos afilan todos los años sus mejores armas teóricas para intervenir en defensa de las tradiciones propias contra las ajenas o para apaciguar los ánimos e infundir algo de resignación ante lo inevitable.
Sin embargo, y lo que en los hechos realmente importa, es que la verdadera disputa entre Todos Santos y Halloween no se libra en medio de elucubraciones teóricas sino en la vida cotidiana de la gente. En este caso, tal como viene ocurriendo desde el origen de la humanidad, las corrientes culturales avanzan o retroceden sin tomar en cuenta las sutilezas propias del mundo académico. Es decir, la gente que hoy actúa exactamente igual como lo vienen haciendo nuestros antepasados desde tiempos inmemoriales, emulando, adoptando o adaptando prácticas ajenas es la que termina dando o negando el sello de autenticidad que tanto se reclama.
No podía ser de otro modo, pues el afán de vincularse con el mundo de los muertos es tan antiguo como la humanidad y por consiguiente uno de los elementos que siempre tuvieron en común todos los pueblos que a lo largo de la historia fueron encontrándose, mezclándose, enriqueciéndose mutuamente con sus respectivas creencias y costumbres. Y como ese proceso no sólo no ha concluido, sino que se intensifica, no podía esperarse algo diferente de lo que vemos hoy: una abigarrada mezcla que poco a poco va adquiriendo su propia forma.