Domingo, 2 de noviembre de 2014
 

LA NOTICIA DE PERFIL

Los vivos y los muertos

Los vivos y los muertos

Paulovich.- Me preguntó mi novel reportera si el Día de Difuntos se detiene la vida periodística y si el mundo deja de registrar noticias en honor a las almas que se fueron al más allá. Naturalmente le respondí que no, pues como dice la letra de un tango “sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando…”
Esas palabras fueron suficientes para que la cholita se presentara en mi domicilio con sus bártulos de periodista, aunque vestida de negro.
Dije a mi discípula en periodismo que iniciaríamos nuestra jornada de dolientes asistiendo a misas para implorar a Dios por la felicidad eterna de nuestros parientes y amigos más cercanos, acompañándome la cholita con verdadera piedad y recogimiento, aunque al concluir el santo oficio, el imperativo costumbrista le empujó a decirme: “¿Es que esta noche no nos visitarán las almas más queridas de nuestros difuntos”?
Amalgamando nuestras creencias populares le respondí afirmativamente, prometiéndole que esta noche esperaríamos la visita de nuestras almas más queridas y que ella (Macacha) me ayudaría a preparar una mesa con algunos alimentos y bebidas que podrían gustar a nuestros visitantes invisibles, pero reales en el momento de nuestra evocación, tarea que ella cumplió con alegría y fe.
De puro metiche le pregunté si ella invitaría a mi casa al alma bendita de Don Nemesio Racacha que en vida fue su esposo y cuya memoria ella siempre respeta. La cholita sonrió ante mi pregunta y me contó que el alma de Don Nemesio ya la había visitado anoche y que se había comportado con ella muy cariñosamente y que le había prometido visitar mi casa esta noche, pues estaba muy agradecido conmigo por haberle enseñado periodismo a su viuda.
Fue así que al llegar la noche, Macacha y yo nos sentamos en el living de mi casa y luego de apagar las luces nos pusimos a esperar la llegada de las almitas más queridas que hoy viven su otra vida.
Fueron muchas las que llegaron traídas por nuestra evocación y todas, absolutamente todas, lamentaron que sigamos viviendo en un país tan atrasado y pobre como el nuestro y que desde el Cielo lamentan que soportemos estoicamente el engaño político y económico que cada una de nuestras almitas queridas observan y avizoran.
Se me acercó muy respetuosamente Don Nemesio, el que fuera marido de mi socia periodística, para agradecerme el nuevo oficio que le había enseñado a su joven viuda en quien reconoció la valentía, la inteligencia y la honestidad que la caracterizan; Don Nemesio, o mejor dicho su alma bendita, nos dijo que le aterra saber que nuestro Presidente Evo persista en su propósito de instalar una planta de energía nuclear en La Paz, pudiendo hacerlo en Orinoca, pues cualquier pequeño error convertiría a La Paz en otro Chernóbil.
Todas las almitas se quejaron del costo de la vida en Bolivia y de las mentiras que nos cuentan quienes nos gobiernan.
Al cabo de unas horas, las almas benditas desaparecieron y volvieron al Cielo donde moran para siempre.