Conmemoración de todos los difuntos
Conmemoración de todos los difuntos
Fray Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M..- Ayer celebrábamos gozosos la fiesta de TODOS LOS SANTOS. Una fiesta de todos y para todos. Se nos invitaba a volcar la mirada de fe en la muchedumbre incontable de salvados que se encuentran llenos de felicidad en el cielo como dice el libro del apocalipsis. Ha sido un día importante de la vida de los creyentes católicos. Ha sido un día para reavivar el dogma de la comunión de los santos y establecer una mayor relación entre los que peregrinan en este mundo y los que ya gozan en el cielo En el credo confesamos: “creo en la comunión de los santos”.
En este día de los difuntos o de conmemoración de los difuntos, la Iglesia nos invita también como el día de ayer a mirar y elevar nuestra oración por esa porción del reino de Dios sumida en un fuego purificante según la expresión de la Sagrada Escritura. La Iglesia católica, al igual que en el Antiguo Testamento, como leemos en el libro segundo de los Macabeos, ha orado siempre por los difuntos y ha empleado esta oración sencilla pero profunda: “Señor, da el eterno descanso a nuestros hermanos difuntos y la luz perpetua los alumbre”.
Desde la catequesis que hemos recibido de niños, muchos hemos escuchado que por el sacramento del bautismo pertenecemos a la Iglesia, todos los bautizados somos parte de la Iglesia universal, no solamente los católicos. Hoy debiéramos recordar que existen tres iglesias. La iglesia militante, la iglesia sufriente o purgante y la iglesia triunfante. Considero importante que continuamente reafirmemos el ser iglesia, iglesia de Cristo, más amplia de lo que tantas veces creemos. Cuando rezo en la misa, antes de darnos el saludo de la paz, oro por la paz y la unidad de la Iglesia, me refiero a todos los que creen en Cristo, que le han aceptado como a su salvador y han recibido el bautismo.
La Iglesia militante la formamos los que peregrinamos en este mundo, que vivimos en la lucha diaria para ganar el cielo, haciendo el bien y evitando el mal. La iglesia sufriente o purgante la conforman todos aquellos hermanos que se encuentran en el purgatorio, purificándose de sus pecados, de las manchas que afean sus almas. La iglesia triunfante es la del cielo donde se encuentran los santos o bienaventurados, o sea, los que se salvaron para siempre, los que hemos festejado el día de ayer.
Toda la liturgia de este día nos convoca a orar por los difuntos. A tener en cuenta a tantas personas que han pasado a la vida eterna y que en esta vida mortal se han relacionado con nosotros y también a acordarnos de todos aquellos que están olvidados y necesitan de nuestras oraciones. Las oraciones por los difuntos han existido siempre en nuestra Iglesia, pero en esta conmoración anual se intensifican las plegarias de todos los fieles. Con la intercesión caritativa ante Dios Todopoderoso les ayudamos a llegar a la gloria del Reino.
San Juan Pablo II publicó el año de 1992 un catecismo al que llamamos “Catecismo de la Iglesia Católica”, es un texto de gran importancia para todos los católicos del mundo. En el Catecismo se recoge lo más importante de la Palabra de Dios y también de la tradición de la Iglesia. En el catecismo encontramos las siguientes enseñanzas:
1. Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.
2. La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados.
3. La tradición de orar por los difuntos es muy antigua. Se encuentra ya en el segundo libro de los Macabeos.
4. La Iglesia desde los primeros siglos no ha abandonado la costumbre de orar por los difuntos.
5. San Gregorio Magno afirma: “Si Jesucristo dijo que hay faltas que no se perdonarán ni en este mundo ni en el otro, es señal que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo. Para que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales que tenían sin perdonar en el momento de la muerte, ofrecemos oraciones, misas y limosnas por el eterno descanso”.
Oremos queridos hermanos creyentes por todos nuestros difuntos. Ofrezcamos las obras de misericordia por ellos. Vivamos nuestro amor hacia ellos. San Agustín decía: “Una flor sobre su tumba se marchita. Una lágrima sobre su recuerdo se evapora. Una oración por su alma la recibe Dios”.
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