Fiesta de los vivos a nombre de los muertos
Fiesta de los vivos a nombre de los muertos
Mario Linares Linares.- El 1 y 2 de noviembre recién pasados son fechas en las que muchos pueblos y culturas, casi todos en el mundo, recuerdan a sus difuntos, y en el mundo católico se recuerda también a los santos, por tal son los días de “todos los santos” y de los “difuntos”.
Para mucha gente estos son días de “fiesta”, tanto que es muy frecuente escuchar decir “la fiesta de todos los santos”. Probablemente es un pretexto para la fiesta y el encuentro de los vivos a nombre de los muertos, porque abundan las bebidas y las comidas, comidas variadas y diversas como diversos son los pueblos y sus tradiciones. En nuestra cultura, la cultura quechua-hispana, el conocido “mondongo” y el licor tradicional de maíz, “la chicha”. Tan arraigada y obligatoria es la tradición que en las zonas rurales esta preparación para recibir a “las almas” de aquellos que se fueron y ahora vuelven, se hace semanas antes; la preparación de las “masitas” de diferentes texturas y formas desde los maicillos, los bizcochitos, los bizcochuelos, las tanta-wawas y tantas otras delicias y dulces para los niños y los mayores con figuras y formas tan variadas como puede la imaginación popular generar.
Esta recordación de todos los santos y de los difuntos, finalmente, es una fiesta que reúne a familiares, amigos y vecinos para recordar y rezar por el alma de la persona que ya partió; muchos viajan desde lugares lejanos para reunirse con sus parientes y amigos en torno a la “mesa” y la “tumba” armada para recibir el alma de quienes partieron de este mundo antes… porque esta vida es apenas un camino, un tránsito temporal, y algunos se adelantan en este camino que nos tocará a todos concluir algún día… tarde o temprano.
La importancia de una fecha como el 1 y 2 de noviembre está justamente en esto, el encuentro y reunión de quienes aún están vivos para recordar a los muertos; este sentido tiene en las culturas indígenas: el encuentro y reconciliación familiar en vinculación con los antepasados cuyas almas vuelven y que en el imaginario colectivo de los pueblos es la creencia de la vida más allá de la muerte física, en otra dimensión. La vuelta de las almas, no sólo de las malas (brujas) “halloween”, sino también de las almas buenas.
Lo incomprensible es que esta recordación “de los muertos” termine a veces en excesos “de los vivos”, ya sea en el consumo de bebidas, así como en el consumo de comidas, que desvirtúa completamente el sentido de esta tradición antes que material, espiritual. Esta recordación de los difuntos debería consistir en afecto, memoria y espiritualidad, que es la dimensión de esta costumbre, antes que exageración en el consumo de bebidas y comidas que tiene relación más con la materialidad de la vida humana.
Un epíteto en nuestro Cementerio General traduce la importancia de la memoria y el recuerdo que los vivos tenemos que guardar por aquellos que están muertos y que no debiera ser solamente un día al año. “La muerte es nada,… el olvido es todo”, que es el sentido profundo de estas fechas de todos los santos y de los difuntos, recordar a nuestros seres queridos: padres, hermanos, parientes y amigos, a todos quienes están más allá.
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