Jueves, 6 de noviembre de 2014
 

TORMENTA MUDA

El “ser nacional” en los tiempos actuales

El “ser nacional” en los tiempos actuales

Juan José Anaya Giorgis.- De Alcides Arguedas y Franz Tamayo a la constitución del Estado Plurinacional, la búsqueda del “ser boliviano” arreció debates complejos entre brillantes intelectuales: ¿cuál es, o cuál debería ser, la identidad boliviana? No se trata de meras preguntas ingenuas o hedonistas. Todo lo contrario. Hallar una respuesta capaz de imponerse como verdadera frente a las conjeturas de los adversarios siempre tuvo implicaciones políticas trascendentales ligadas a la cuestión de la emancipación total de Bolivia. Idear una estrategia eficaz de liberación para nuestra realidad de país semicolonial, sólo es posible comprendiendo primero quiénes somos los bolivianos.
Luego de un siglo de disputas intelectuales, al fin parecen avizorarse ciertos consensos. El sentido intersubjetivo de la identidad boliviana sería “la unidad en la diversidad”. No soy la voz autorizada para arrojar luz sobre el tema, pero sin resistir la tentación opinaré aunque sólo broten rebuznos de la tinta ¿Nos gusta estar unidos a lo diferente, al punto de identificar nuestra esencia nacional con esta noble virtud?, ¿somos un pueblo adelantado al posmodernismo? El ser “unidad en la diversidad”, de por sí, no agota el problema. Sin un puente que conecte la diversidad a determinados imaginarios comunes, la identidad nacional sería, cuando mucho, un decir efímero y artificial.
¿Qué puente subyace a la unidad en la diversidad? Sin duda la identificación con un destino compartido: el de la lucha contra la opresión imperialista, o en términos sustantivos, la expulsión de la Standard Oil, la nacionalización de las minas, Gulf, etc. Somos diversos, sí, pero casi todas las comunidades (indias o mestizas) nos vemos como un país semicolonial y justificamos nuestra identidad nacional en la causa libertaria.
Adoptando la perspectiva marxista, Walter Guevara Arze sustentó, con sus célebres tesis de Ayopaya de 1946, la inviabilidad del comunismo y el fascismo como modelos sociales aptos para superar el principal problema de indios, obreros, artesanos, y trabajadores de cuello y corbata de toda la nación: retener las riquezas de Bolivia, en Bolivia. “El esfuerzo que la nación produce gracias al esfuerzo de sus trabajadores y la riqueza de su suelo se va al exterior como un río que naciendo en nuestras montañas desembocará en las instituciones bancarias de otras países menos necesitados que el nuestro”; nos dice Guevara Arze.
Si tanto el comunismo como el fascismo no eran viables para liberar a Bolivia de la opresión colonial, ¿qué hacer? Unir a obreros, empleados de clase media, indios y a la burguesía incipiente que apuesta su capital al desarrollo económico interno, en una lucha común por la emancipación económica y política nacional. La contradicción entre metrópolis y colonia prevalece sobre la lucha de clases, extrapolada fuera del contexto metropolitano. Los obreros metropolitanos gozan de altos niveles de vida, por la riqueza que la explotación colonial proporciona en sus países; si alguna solidaridad existe en ellos es la solidaridad con sus patrones, los capitalistas de la metrópolis, que garantizan elevados salarios (fundamentó Walter Guevara).
Propiciar la colaboración de las clases para modificar las condiciones políticas y económicas que afectaban a toda la Nación –sin negar que dentro de ella subsistían conflictos– constituía la misión histórica de “revolución nacional”. ¿Acaso, el programa gubernamental de Evo no estriba sobre los mismos principios de Guevara?