EDITORIAL
Bolivia ante el cambio climático
Bolivia ante el cambio climático
A juzgar por los hechos, resulta un verdadero contrasentido que nuestro país se presente como un abanderado de la salud ambiental planetaria
Hace pocos días, en Copenhague, Dinamarca, ha sido presentado el Quinto Informe de Evaluación (AR5, por sus siglas en inglés) del Grupo Intergubernamental de expertos en Cambio Climático de la ONU (IPCC). En síntesis, el estudio se refiere a la urgente necesidad de una acción inmediata y consensuada a nivel mundial para evitar daños “severos” e “irreversibles” sobre los seres humanos y los ecosistemas como consecuencia del cambio climático antropogénico, es decir, causado por la actividad humana.
Para evitar, o por lo menos atenuar la magnitud de la catástrofe anunciada, sería necesario hacer sustanciales recortes de emisiones de gases tóxicos, del 40 al 70% entre 2010 y 2050 para reducirlas “casi a cero” en 2100. Un enorme desafío que para ser afrontado con alguna posibilidad de éxito requeriría la adopción de muy radicales cambios en el rumbo de la economía planetaria.
Como ya es habitual cada que se difunde este tipo de informes, ha habido muchas opiniones que cuestionan sus conclusiones con el argumento de que la realidad no es tan dramática como se la pinta. Sin embargo, y a pesar de las posibles diferencias de matiz, lo único cierto y en verdad importante es que con cada año que pasa se reduce el margen para la duda mientras se multiplica la consciencia sobre la enormidad del peligro que se cierne sobre la humanidad.
No menos cierto es que el tema se presta con excesiva frecuencia a las más irresponsables formas de demagogia y alarmismo, lo que lejos de contribuir al fortalecimiento de una consciencia planetaria sobre el tema sólo sirve para deslegitimar la causa.
En ese contexto, Bolivia ocupa un lugar de máxima importancia por dos razones diametralmente opuestas. Por una parte porque, con razón o sin ella, todavía es visto como uno de los modelos a seguir puesto que es uno de los países que se destaca por los discursos altisonantes de sus gobernantes, por la abundancia de leyes elaboradas en nombre de la defensa de la “Pachamama” y por ser una de las mayores reservas ecológicas del planeta por su diversidad de flora y fauna. Es también una de las mayores reservas de bosques subtropicales y de agua dulce planetaria.
Paradójicamente, y al mismo tiempo, nuestro país se destaca por ser uno de los que más contribuye al deterioro del ambiente planetario. Según los estudios del IPCC, Bolivia habría contribuido durante los últimos años al calentamiento climático con una emisión de más de 25 gigatoneladas de dióxido de carbono (CO2), como consecuencia de la deforestación de unas 350 mil hectáreas de bosques, lo que en términos per cápita resulta en una tasa 20 veces más alta que el promedio mundial y una de las más altas del mundo, superando los niveles de otros grandes países deforestadores y de potencias industriales como EE.UU. China o India.
Con esos antecedentes, y a juzgar por las políticas públicas que están siendo aplicadas, resulta un verdadero contrasentido que nuestro país, a través de sus gobernantes, pretenda presentarse como un abanderado de la salud ambiental. Razón más que suficiente para que en las más altas instancias gubernamentales se haga algún esfuerzo para conciliar los dichos con los hechos.
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