COLUMNA LUMINOSA
El significado de la democracia
El significado de la democracia
Mauricio Aira.- Son al menos cuatro los pensadores que preocupados en la suerte de Bolivia en tiempos postelectorales han expresado sus cuitas. Francesco Zaratti, Dante Pino, Marcelo Ostria, Carlos Mesa han dejado correr la tinta sobre ideas y realidades que nos ha planteado la última justa ciudadana del pasado 12 de octubre.
Todo tiene que ver con actitudes y elaboración mental, pensando siempre en el mejor destino de nuestra patria. Los cuatro nombrados, cada uno en su estilo, focalizan el nuevo triunfo electoral de E.M. y se preguntan por qué ese 61 por ciento no deja de apoyarlo y concluyen que es la nueva realidad económica, la sensación de estabilidad y el temor a “cambios” proyectados por la oposición. Para reflexionar introducimos la experiencia romana en busca de la excelencia.
Seis millones de compatriotas acudieron a depositar su voto, esto es, a expresar su voluntad eligiendo al presidente, al vicepresidente, a los senadores y diputados a los que ha confiado una vez más la administración del país. La defensa de la Ley, el cumplimiento de la CPE y la fidelidad a los compromisos y declaraciones suscritos en el ámbito de las Relaciones Internacionales, con organismos como las Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos, y las Convenciones sobre DDHH, Crimen y Drogas, para la Salud, la Educación, la Paz Universal. El mandato electoral supone ejecutar una Administración de Justicia, de Equidad y respeto al ciudadano común.
Imposible negar el origen de la democracia que rige nuestra existencia, porque la civilización romana fue el pilar del cristianismo occidental al que debemos el derecho, la ley racional y sistemática, bajo concepción de Estado supranacional, el aporte cultural en materia idiomática y los adelantos en la organización de la sociedad, en las que Roma marcó su sello indeleble.
La Roma monárquica y la Roma republicana han orientado los elementos que alimentan nuestra vida como nación junto al derecho, la religión, las artes, la literatura, la economía con su gran diversidad en el comercio y la industria y sus juegos y conquistas de los que devienen los ejércitos y los deportes y sus clases sociales que llegan a comprender la grandeza romana, en medio de políticas que subsisten y son comunes a todos nuestros pueblos capaces de captar los hechos en su profundidad democrática.
Es cierto que además de ese fundamento están los ingredientes de la Revolución Francesa, las historias de los Caballeros de la Mesa Redonda, las ideas libertarias que pusieron punto final a la dominación colonial de siglos pasados y, en nuestra experiencia más propia y cercana, la Guerra del Chaco, la aparición del Nacionalismo Revolucionario y el 9 de abril con sus características de antiimperialista, anticapitalista, anticolonial, puesto que con la nacionalización de minas, el voto universal, la reforma agraria, logra modelar un nuevo ente que se complementa con la efectiva integración del ser original a partir del 2006.
Se preguntará el lector a qué viene este ejemplo para la todavía joven democracia boliviana. La respuesta es que vamos en camino de una más perfectible sociedad concebida como el crisol de toda la bolivianidad sin exclusiones, con justicia, pleno respeto a los derechos humanos y con el más cristalino sentido ético del disfrute de los bienes de la tierra. No proceder en consecuencia será negar nuestro pasado y desaprovechar el presente. Sembrar el odio será para cosechar tempestades como presagia el habla popular. Estamos pues en camino de consolidar y perfeccionar la democracia.
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