EDITORIAL
A 25 años de la caída del Muro de Berlín
A 25 años de la caída del Muro de Berlín
Aunque el Muro de Berlín dejó de existir, los ladrillos con los que fue construido están todavía intactos y disponibles en muchas partes del mundo
El 9 de noviembre de 1989, hace ya 25 años, la humanidad fue testigo de uno de los acontecimientos más notables de la historia contemporánea. En muy pocas pero muy intensas horas, el pueblo alemán puso fin a más de 72 años de un proceso que se inició con la revolución rusa de 1917.
Aún hoy, pese al tiempo transcurrido, no deja de sorprender y admirar la facilidad con que se desmoronó el Muro de Berlín y con él un conjunto de regímenes dictatoriales que dominaban gran parte del mundo y hasta poco antes de ese día parecían inconmovibles. Lo que ocurrió en Berlín es algo que todavía no ha terminado de ser asimilado y corresponde a todos los pueblos del mundo –entre ellos el nuestro– asimilar las muchas lecciones que dejó.
Como lo recuerdan quienes tuvieron el privilegio de ser protagonistas de tan memorable jornada, una sola palabra sintetizó el espíritu que animó a quienes ese día escribieron una de las más hermosas páginas de la historia del siglo XX. ¡¡¡¡Libertad, libertad, libertad!!!! coreaban los millones de alemanes del Este que durante décadas habían vivido bajo un régimen de terror.
Fue tan contundente la fuerza con que ese ideal causó el desmoronamiento, de los regímenes comunistas europeos, que cayeron como una fila de fichas de dominó, que una ola de optimismo se apoderó de quienes vieron en ese acontecimiento el triunfo final de la libertad sobre cualquier forma de tiranía.
Desgraciadamente, 25 años después, hay motivos para temer que esas esperanzas eran exageradas. Es que si bien la caída del Muro de Berlín significó la recuperación de la libertad y la democracia para varios cientos de millones de personas, no fue suficiente para evitar que casi la mitad de la población mundial siga hoy viviendo bajo regímenes que niegan a sus pueblos las más elementales libertades.
Mil doscientos millones de chinos continúan sometidos a la dictadura del Partido Comunista que gobierna ese país. Otros tantos súbditos de países regidos por regímenes islámicos están en la misma condición. Las dictaduras de Cuba y Corea del Norte han logrado sobrevivir al colapso del estalinismo soviético.
Pero, aún más paradójico es que son muchos los países del mundo, entre los que se destacan los principales aliados de nuestro Gobierno, que con todo entusiasmo se encaminan en el sentido opuesto del camino que se abrió en Berlín hace 25 años.
Como contrapartida, y no menos decepcionante que lo anterior, es que también se han mantenido plenamente vigentes varios de los factores de los que se nutren los proyectos políticos e ideológicos autoritarios. La injusta distribución de los recursos planetarios, la exclusión social, la desenfrenada codicia de unos que impide que muchos satisfagan sus expectativas de bienestar, la exacerbación de los sentimientos nacionalistas y la intolerancia étnica y religiosa, entre otros males, contribuyen a que la tentación totalitaria tenga aún muchos más seguidores de los que cabría suponer y esperar.
Por eso, y a la luz de muchos de los acontecimientos que marcan la agenda política del mundo actual, hay suficientes motivos para temer que pese a los 25 años transcurridos desde que el Muro de Berlín dejara de existir, los ladrillos con los que fue construido están intactos y disponibles para quienes le tienen miedo a la libertad.
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