Miremos con esperanza el final de la historia
Miremos con esperanza el final de la historia
Fray Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M..- Estamos terminando el año litúrgico, el nuevo comienza el 30 de noviembre, con el primer domingo de adviento. Por lógica asociación de ideas el pensamiento se dirige hacia el fin de la Historia. La vida tras día se encarga de enseñarnos que el mundo no es eterno. Jesucristo nos ha hablado del fin del mundo y que volverá, “para juzgar a vivos y muertos”. Por ello, guiados por la Palabra, nos viene muy bien mirar con esperanza el final de la historia.
Estos tres domingos últimos del año litúrgico leemos tres parábolas que están en el capítulo 25 del evangelio de Mateo. Las tres tienen una gran unidad, que iluminan la vuelta del Señor Jesús, Señor de la Historia, en la cual estamos todos inmersos, cristianos y no cristianos, porque Jesús es el Salvador de todos y para todos habrá un juicio de misericordia, porque Dios es misericordioso, pero el juicio es de justicia, de la justicia divina tan diferente de la justicia humana.
Hoy escuchamos la parábola de las diez doncellas del cortejo nupcial y nos advierte cuan necesario es vivir en estado de alerta, o sea, vigilantes para cuando llegue el novio, el Señor. El próximo domingo leeremos la parábola de los talentos, de los cuales hay que dar cuentas. El Señor nos pide cuidar y hacer fructificar los valores o dones que nos ha dado. Y el último domingo, fiesta de Cristo Rey y final del año litúrgico, la parábola del juicio del Rey a sus servidores, esta parábola o narración del juicio final, nos muestra cómo hay que cultivar los talentos, mediante una actitud de servicio, especialmente a los más pobres.
El apóstol Pablo, en la segunda carta a los cristianos de Tesalónica hace una hermosa catequesis sobre la suerte de los difuntos y los acontecimientos del fin del mundo. Bien nos hará leer integra esta carta. Pablo quiere que los cristianos vivan llenos de esperanza. Tanto si el fin del mundo sucede después de la muerte o nos encuentra vivos; todos tenemos el mismo destino que nuestro Señor Jesucristo. Como Cristo murió y resucitó, así también nos sucederá a nosotros: “Dios nos llevará con él...estaremos siempre con el Señor: consuélense mutuamente con estas palabras”.
La parábola de las diez jóvenes, sólo la relata el evangelista Mateo y está tomada de las circunstancias familiares, de cómo se celebraban las bodas matrimoniales en tiempos de Jesús. Las bodas eran acontecimientos cumbre en la vida de las familias. El novio se trasnochó, llegó tarde y eso hizo que se desconcentre el cortejo que le esperaba. Son diez y no hay que perder tiempo en buscar un significado a este número. El dato es que son escogidas para una función sumamente honrosa .Cinco de ellas tenía aceite en las alcuzas, y cinco no. A las necias le cerraron las puertas del banquete mientras fueron a comprar aceite y las otras cinco, las vírgenes prudentes, entraron a la boda.
El mensaje que nos da Cristo es bien claro: “por tanto velen porque no sabrán el día ni la hora” se trata de la venida o de la vuelta del Señor. Lo principal de la enseñanza es que las diez debían haber estado preparadas para cuando llegue el esposo. Velar es estar alertas, despiertos, vigilantes, preparados. El sueño les atacó a todas, a las necias y a las prudentes. EL sueño es una señal de falta de atención y vigilancia. El cielo no está poblado por quienes jamás cayeron sino por quienes supieron levantarse.
Velar es una exigencia del ser cristiano, es mirar al futuro para vivir el presente con mayor compromiso, con motivación y discernimiento del acontecer diario, ¿Habrá aceite en nuestras lámparas cuando nos llame el Señor? ¿Vivimos cada día preparados para el encuentro definitivo con Dios? La vigilancia es necesaria no sólo al momento de la propia muerte sino que todos los momentos son importantes para los encuentros con el Señor que se suceden día a día en toda nuestra vida.
Velar es permanecer en vigilia, es lo que hacemos cuando estamos junto al lecho del enfermo, o lo que hacen los guardias y centinelas en su puesto de observación o los médicos y enfermeros de guardia. Igualmente los cristianos nos debemos mantener en vela caminando hacia el futuro con las manos llenas de obras de misericordia. El cristiano auténtico es una persona que espera, que está con las alcuzas llenas del aceite de las buenas obras. Nos es necesaria esta llamada que el Señor nos hace hoy pues corremos el peligro de adormecernos y perder los momentos de gracia.
|