Lunes, 10 de noviembre de 2014
 

EDITORIAL

Cuestionable alianza energética con Argentina

Cuestionable alianza energética con Argentina



A la luz de la experiencia, bueno sería que quienes tienen en sus manos el futuro energético nacional midan con más cautela cada uno de sus pasos

Gran parte de la agenda económica internacional ha estado desde hace algunas semanas marcada por datos, análisis e interpretaciones sobre el desmoronamiento de los precios de las materias primas en los mercados del mundo y sobre los previsibles efectos que tal situación acarrearía sobre la economía de los países más dependientes de esas variables, como el nuestro.
En nuestro país, las primeras reacciones no han sido muy alentadoras pues daban a entender que las señales de alarma no estaban siendo tomadas con la debida seriedad. Y tampoco fue muy tranquilizadora la noticia según la que Bolivia y Argentina habrían decidido conformar una alianza energética y tecnológica con una perspectiva de 20 a 30 años para hacer frente a los desafíos que ya se ven venir.
La noticia no resulta muy esperanzadora porque Argentina está muy lejos de ser un modelo a seguir o por lo menos un socio con quien convenga compartir la misma suerte.
En efecto, son por demás conocidas las dificultades que están poniendo en muy grave riesgo la seguridad energética de Argentina y no hay ningún dato que permita suponer que una alianza como la anunciada será útil para sacar a ambos países del estancamiento en que se encuentran sus respectivos sectores hidrocarburíferos.
La experiencia argentina en ese sentido es de lo más desalentadora. Sólo Venezuela ha administrado peor que Argentina sus recursos energéticos, por lo que no es fácil entender qué pretenden las autoridades del sector hidrocarburífero de nuestro país al unir su suerte a la de quienes tan malos resultados obtuvieron.
Las cifras que respaldan las dudas al respecto son muchas y muy elocuentes. La producción argentina de petróleo se ha recudido en un 10 por ciento durante los últimos cuatro años, la producción de gas natural se redujo un 14% entre 2009 y 2013, lo que se ha reflejado en un aumento de las importaciones de gas natural y derivados de petróleo y por consiguiente en un aumento de su dependencia e inseguridad energética.
Ha sido, y sigue siendo tan mala la política energética argentina que es la causa principal de la crisis en que está suma la economía de ese país. La disminución de su capacidad productiva y exportadora, y el consiguiente aumento de sus importaciones han causado la escasez de dólares en el mercado y la disminución de sus reservas internacionales.
A tan malos resultados se llegó, entre otras razones, por la excesiva injerencia de criterios políticos, más que técnicos, en la administración del sector. Tanto YPF como Enarsa fueron administradas desde el Poder Ejecutivo por gente inexperta y en muchos casos inescrupulosa, por lo que el sector ha sido una de las principales fuentes de corrupción.
Precisamente uno de los más conspicuos representantes de esos males es el actual Ministro de Planificación de Argentina, el principal impulsor de la “alianza energética” con Bolivia, sobre quien pesan gravísimas denuncias de corrupción.
Con esos antecedentes, bueno sería que quienes tienen en sus manos el futuro energético de nuestro país midan con más cautela cada uno de sus pasos. Y comprendan que nada bueno se puede obtener de experiencias como la de Argentina o Venezuela.