Sábado, 15 de noviembre de 2014
 
Al pueblo no le importa la democracia

Al pueblo no le importa la democracia

Jimmy Ortiz Saucedo.- Que al pueblo no le importa la democracia como debiera, es una triste constatación en varios países de Latinoamérica.
Las “democracias” primitivas que tenemos no permiten ver sus reales bondades. Mucho se tiene que trabajar todavía en el fortalecimiento y consolidación de una autentica cultura democrática en la región. Este será el mejor antídoto contra las dictaduras formales o solapadas. Nadie defiende lo que no conoce, y muchos ciudadanos nunca vivieron una democracia en todo su esplendor.
Como expresa la OEA, el pueblo necesita entender que “la democracia representativa es indispensable para la estabilidad, la paz y el desarrollo de la región” (…) Y que “los pueblos de América tienen derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla”.
Una parte importante de nuestros pueblos valora más la economía que una democracia de calidad. La gente prioriza el precio del pan, la libertad de expresión e incluso el respeto a los derechos humanos; qué implica la democracia queda en segundo plano. Así se confirma el adagio popular “panza llena corazón contento”. No deja de ser decepcionante comprobar que las necesidades básicas de la existencia humana siguen teniendo más relevancia que los asuntos supremos.
A la gente no le queda claro que política y economía son caras de la misma moneda. Que a cada ideología política corresponde una determinada concepción económica. Que la economía es una expresión de la política. Que el precio del pan depende en última instancia de la política, y los derechos humanos también.
Otros ciudadanos se jactan de ser apolíticos, como si esto fuera una virtud, sin entender que queriendo o sin querer son parte de la política. La política dirige nuestras vidas, con o sin nuestra anuencia.
La política es una profesión excelsa, que tiene que ser valorada por la sociedad. Tener en sus manos los destinos del país no es un asunto menor. Ciertamente nuestra clase política no ha sido de las mejores, mucho tenemos que reprocharle. Somos del Tercer Mundo en buena parte por su causa, pero el pueblo también tiene la culpa, por desentenderse de la política.
Como decía Platón: “El precio de desentenderse de la política es ser gobernados por los peores hombres”.
¿Claringo no? Parece que el filósofo griego lo escribió para nosotros.