Domingo, 16 de noviembre de 2014
 
¿Rutina o creatividad?

¿Rutina o creatividad?

Juan José Bonifaz B..- Ya suenan trompetas de nuevas campañas electorales: universitarias, de gobernaciones y municipios. Los líderes en competencia -al estilo del presente- suponen que “obrismo ciego” es desarrollo, cuando no hacen otra cosa que dispersar los escasos recursos y satisfacer aspiraciones personales y políticas sin dejar beneficio real para la sociedad.
En los actuales escenarios, el departamento de Chuquisaca ocupa los últimos lugares en la escala de crecimiento y por tanto, requiere recuperar su papel central ignorado por sus propios hijos. Después de más de un siglo de postergación, exclusión, despojo territorial y poder político; la guerra del Chaco 1932-36; la Revolución Nacional 1952 -1964; la posterior Nueva Política Económica (NPE) y, finalmente la herencia “oenegeista” de casi medio siglo del MBL.
Estas elecciones deberían ser la oportunidad para cambiar la mentalidad rutinaria y populista, por otra visión progresista y creativa. Debemos empezar por ubicar Chuquisaca en el contexto internacional y nacional para poner en acción sus potencialidades y retos. No hacer que sea verdad, la anécdota chuquisaqueña de autor anónimo que dice: “En Bolivia los que eligen los gobiernos no son los que leen los periódicos, sino los que lo utilizan para limpiarse el culo”… ¿Será?...
Es tiempo de unidad y creatividad, de esfuerzos integradores a todos los niveles: departamental, provincial y municipal en el Cono Suramericano, más allá de la diplomacia internacional. La meta es convertir un área armónica y equilibrada para las inversiones socioeconómicas, por lo que la integración no solo debe ser vial, multimodal, ferroviaria y fluvial, sino también complementaria en los sectores productivos y sociales. Esta región tiene más de 3 millones de Km2 y está conformada por la I, II y III región de Chile, el Noroeste argentino, Uruguay y los departamentos del sur y oriente de Bolivia, la totalidad del Paraguay y los estados brasileños de Mato Grosso, Mato Grosso do Sul y Paraná y, lo que nos separa es desgraciadamente la política.
Por tanto un plan de largo plazo, solo puede lograrse si se dan alianzas estratégicas y saltos tecnológicos, rompiendo las tradicionales trabas del pasado; -en lo vial- buscando las distancias más cortas de comunicación del Atlántico al Pacífico y viceversa. Esto implica el desarrollo de autopistas y FF.CC. con grandes puentes y túneles dada nuestra topografía. Además, el desarrollo de nuestro Continente siempre ha sido periférico, hemos mirado hacia los mares y poco a lo interno. A diferencia de Europa, EE.UU, Asia y África, que son saturados de vías de comunicación que ha dado vida a su interior, poblando sus tierras a través de corredores intermodales.
La postergada región Sudeste de Bolivia -potencialmente rica en recursos naturales- no ha jugado aun su destino histórico, sigue subsidiando al poder político, mientras es irracionalmente confrontada por intereses regionales, locales y politiqueros. Es tiempo de ver el futuro con responsabilidad, tenemos grandes retos que vencer como una buena educación, salud y la producción como bases de un desarrollo equilibrado y sostenible; la tarea consiste en construir una nación basada en el trabajo, la unidad y la internacionalización de sus potencialidades, dejando atrás, la politiquería, la fragmentación, la informalidad y la corrupción.
El potencial del Sudeste boliviano no puede seguir siendo el soporte de políticas irresponsables de corto plazo. La regionalización, como una forma de distribuir los futuros productos del suelo y el subsuelo, deben merecer un apoyo político y estratégico; el desarrollo humano y productivo no pueden reducirse a proyectos mixtura, sino a una verdadera política productiva inteligente, científica y tecnológica de largo plazo; donde la infraestructura no constituya una traba recurrente, romper las cadenas de la corrupción que pesa sobre este sector y propender al fortalecimiento institucional como marco de una región sólidamente conformada. De nada sirven el crecimiento, la estabilidad macroeconómica y el libre mercado, si todo eso no se traduce en reducción de las brechas sociales y más oportunidades de ingreso, empleo, y mejores condiciones de vida para los habitantes del país y la región.