RAÍCES Y ANTENAS
¿Ficción o realidad revolucionaria?
¿Ficción o realidad revolucionaria?
Gonzalo Chavez A..- El Presupuesto General de la Nación (PGN) para el 2015 muestra un optimismo superlativo que ignora los nubarrones negros que se avecinan en la economía mundial. La semana que termina, por ejemplo, el barril de petróleo ha bajado a 77 dólares. Desde junio de este año, el precio del oro negro ha caído en más de 25%. Recordemos que el valor del crudo es la referencia para el calculo del importe que recibiremos por la venta de nuestro gas natural. Sobre llovido mojado, los precios de los minerales e inclusive la soya continúan descendiendo.
En perspectiva, existe una amenaza de un shock de precios negativos persistentes que puede afectar a cerca del 80% de nuestras exportaciones. Entre tanto, las proyecciones gubernamentales de los principales indicadores macroeconómicos sugieren que estamos blindados y que podremos sobre llevar, sin ningún rasguño, el fin del superciclo de precios de las materias primas. En efecto, para el 2015 el crecimiento de la economía boliviana estará en 5.9%, la tasa de inflación no pasará del 5%, la inversión pública será muy alta y los gastos suntuosos seguirán como en campaña electoral. En suma, aquí no pasa nada. Según los dueños del poder, los precios siempre fluctúan y de hecho se están reduciendo hace dos años. Además, el motor de la demanda interna está prendido. ¿Ficción o realidad?
El PGN está basado en una serie de supuestos, el central es que el precio promedio del petróleo para el próximo año será de 80,3 dólares el barril. Esto significa que en términos de ingresos fiscales, por regalías de hidrocarburos e impuesto directo a los hidrocarburos (IDH), se obtendrá un 23% más que el 2014. El resto de impuestos aumentarán en un 12.6%. Inclusive las regalías mineras que están en declive desde el 2011, para el año 2015 subirán en un 2.6%, aunque en el mercado internacional los precios de los minerales se derrumban. De manera agregada, los ingresos tributarios subirían en un 15% para el siguiente periodo.
Por el lado de los gastos e inversiones, el entusiasmo también es magnífico. El gasto público corriente continuará muy relajado y en el 2015 se gastará el 17% más que el año que termina. Seguirá la fiesta en la patria rentista y consumista. La inversión pública será gigantesca y grandilocuente, inclusive se iniciará la era nuclear en Bolivia. Está programado inyectar más de 6 mil millones de dólares, aunque se sabe que se ejecuta entre 20 y 30% menos. También el PGN establece que habrá ahorros importantes en el gasto en subsidios a los derivados del petróleo, como resultado de la caída del precio del oro negro. Hechas las sumas y restas, este año el déficit público será de 3.6% del producto interno bruto (PIB).
En fin, en el amor y la política el papel aguanta todo, pero ¿qué si el precio del petróleo, por lo tanto del gas natural, fuese menor? Para mantener el supuesto de ingresos elevados tendría que aumentar la producción. Es conocido que muchos de los pozos actuales están en declinación y no ha habido las inversiones suficientes en nuevos campos.
Bueno, serenidad y paciencia como diría Kalimán. Frente a un posible colapso del frente externo, el PGN apuesta a un keynesianismo tradicional. La demanda doméstica seguirá siendo impulsada con vigor. Ahora bien, la pregunta central es: ¿El gobierno tendrá los recursos financieros para afrontar ingresos más bajos por exportaciones? En el corto plazo, la respuesta es afirmativa. De hecho, el PGN 2015 acepta las dificultades de ingresos cuando proyecta un déficit público elevado, y establece que el financiamiento externo del presupuesto consolidado subirá en un 156%. El gobierno también apuesta a una mayor eficiencia en la recaudación interna, aunque si las papas quemaran puede aumentar impuestos a los sectores más prósperos de la economía. Inclusive en un acto heroico, se podría cumplir la amenaza de cobrar impuestos a los cocaleros y comerciantes grandes informales hecha durante la campaña electoral. Además, en última instancia están las reservas internacionales de las cuales se podrían gastar parte de ellas. Asimismo, el nivel de endeudamiento externo del país es bajo por lo que los préstamos internacionales pueden ser una fuente de ingresos adicionales. Por lo tanto, desde la orilla de la revolución se cuestiona: ¿por qué tanto rollo, si hay grasita para pasar el invierno? Entre tanto, estar forrado de billetes no elimina preguntas incómodas como: ¿cuán persistente será la crisis internacional? ¿Comerse los ahorros o prestarse marmaja para seguir la fiesta son acciones neutras? Respecto a la primera interrogante, todo indica que el tiempo de las vacas flacas no será corto. La grasita financiera almacenada puede que no sea suficiente. En cuanto a la segunda interpelación, mayor déficit público, uso de reservas internacionales, mayor endeudamiento interno y externo, no son acciones sin consecuencias y podrían repercutir de manera negativa sobre las expectativas de personas y empresas. El tipo de cambio se puede desalinear y la inflación dispararse. Asimismo, se podrían profundizar conflictos distributivos. De hecho, algunas corporaciones ya buscan compensaciones estatales ante la caída de los precios, como es el caso de los mineros.
Pensando con mis bolsillos, hago votos para que la ficción contable y revolucionaria se haga realidad, pero si uso mi cabeza un pesimismo realista me invade.
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