Miércoles, 19 de noviembre de 2014
 

EDITORIAL

Beni, una renovada apuesta por el futuro

Beni, una renovada apuesta por el futuro



Como los hechos lo confirman, el patrimonio ambiental de la Amazonía, y del Beni en especial, es la más sólida base para ver con optimismo el futuro

Beni ha celebrado ayer un nuevo aniversario de su creación. Y lo ha hecho, como ya es habitual hace algunos años, en medio de más incertidumbres que certezas sobre su situación actual y sobre lo que le depara el porvenir. Y no porque hoy, como hace 172 años, ese departamento no tenga muy sólidas bases para ver con optimismo el futuro sino, porque también como se repite año tras año desde 1842, el año de su creación, hay cierta falta de correspondencia entre el “hermoso futuro” que se augura en su himno cívico y un presente que no termina de hacerle honor a la siempre postergada esperanza.
Las causas de esa especie de estancamiento en el que parece haberse sumido Beni hay que buscarlas en muchos factores. Gran parte de ellos se pierden en la inmensidad de su geografía amazónica y se remontan a los tiempos más remotos. La falta de vertebración caminera, que dificulta el flujo comercial y por consiguiente el desarrollo de las actividades productivas, es sin duda el principal de ellos.
Muy relacionada con ese problema, en una doble relación de causa y efecto, está la peculiar geografía e hidrografía de las llanuras amazónicas. La fragilidad de los suelos y lo caudaloso de sus ríos son dos factores que se suman para hacer aún más difícil la integración de Beni al resto de la geografía nacional y, lo que es peor, más frágiles las proyecciones de un desarrollo concebido en términos convencionales.
Beni es, como se encargan de confirmar todos los años los reportes relativos a los desastres naturales, un departamento especialmente vulnerable y todas las tendencias apuntan hacia un permanente y sostenido empeoramiento de la situación. Las inundaciones causan todos los años multimillonarias pérdidas a la ganadería, principal base de la economía beniana, inutilizan los pocos caminos existentes y desalientan cualquier esfuerzo encaminado a explorar y desarrollar actividades más compatibles con los ciclos de la naturaleza y los rigores climáticos. Es el caso, por ejemplo, de la producción, industrialización y exportación de castaña, rubro que a pesar de su enorme potencial no termina de despegar.
En esas circunstancias, no es pequeño el desafío para quienes tienen en sus manos la toma de decisiones políticas y económicas. Es un reto ante el que probablemente resulten inaplicables, o por lo menos insuficientes, fórmulas que tuvieron cierto éxito en otras latitudes, como en Santa Cruz, por ejemplo, pero que por diversos factores no resultan las más adecuadas para nuestros departamentos amazónicos.
Por eso, y a la luz de experiencias propias y ajenas, como las de los estados amazónicos de Brasil y Perú, que comparten con Beni muchas de las circunstancias favorables y adversas que les imponen sus condiciones geográficas, bueno sería que este departamento dirija y concentre sus mejores esfuerzos en constituirse en un verdadero modelo de desarrollo alternativo, más armónico con la naturaleza, menos inspirado en los modelos y los indicadores tradicionales, menos enfocado en el corto plazo y más confiado en la certeza de que el patrimonio ambiental es, a estas alturas de la historia, la más sólida base para ver con optimismo el futuro.