Miércoles, 19 de noviembre de 2014
 

A OJOS VISTA

Democracia y el derecho al pan

Democracia y el derecho al pan

Mario Mamani Morales.- Hace 32 años que en el país ya no tenemos exiliados, residenciados, perseguidos ni tenemos que andar con el testamento bajo el brazo por luchar contra las dictaduras y los regímenes de facto que hicieron gemir al pueblo durante décadas; vivimos en una democracia que es perfectible.
La generación que luchó por la libertad ciudadana, por la no injerencia del imperio, por la autodeterminación del pueblo, ya pasa a la historia, concluye su participación directa en las cosas de Estado, ellos ya cargan en la espalda 65 años o más; para las elecciones de 2020 muchos ya no estarán entre nosotros.
Consolidado este sistema democrático, son nuevas generaciones que asumen el reto de seguir el camino de profundizar la participación real de todos en la conducción de los destinos del país; hay mucho por hacer por quiénes se sienten excluidos.
Hasta hace poco sólo a través de los partidos políticos se podía participar en la vida pública, éstos se unían en coaliciones, alianzas, pactos y otras formas de unión para repartirse los poderes del Estado para acomodar a su militancia en los cargos. Obvio que había “dueños” del partido que decidían quién entraba aquí o allá como funcionario, obrero o cualquier otra posibilidad de trabajo.
Hoy se da paso a las agrupaciones ciudadanas, organizaciones sociales, grupos heterogéneos y también los partidos que deben lograr su personería jurídica y participar en los actos eleccionarios con sus propios candidatos o invitados; así aparecen los “líderes” que en definitiva son los “dueños” de la agrupación, la sigla o el grupo que una vez llegado al poder determina la suerte de sus seguidores para llevar el pan a casa.
En muchos municipios y gobernaciones tienen su presencia en acuerdos para controlar un determinado cupo o número de puestos, así se da la repartija de cargos a gusto y sabor del “dueño” quien se convierte en el “rey chiquito”. Esos “lideres” son avezados en la politiquería: ayer estuvieron allá, hoy están aquí.
Así se habla de la agrupación de fulano o perengano. Cuando existe ruptura en la “alianza”, se despide masivamente a los militantes o adherentes de un grupo; es decir, la base, el pueblo, la gente que necesita ganar el pan del día está sujeta a estos avatares: no valen sus derechos, ni su formación, su capacidad ni sus méritos propios, sino la suerte depende del “dueño”.
En la historia del país tenemos páginas escritas con el cambio de timón de las alcaldías, prefecturas y otras instituciones y el despido masivo de sus trabajadores para dar paso a otros que llegaban tirando el saco del líder, el amo o dueño del partido o la agrupación. Si no eres adulador del “rey chiquito” de turno no puedes ni soñar con acceder a un puesto público.
Nuestros mayores que lucharon por la conquista de la democracia no pudieron erradicar esta forma de distribución de pegas en el Estado, algunos también se convirtieron en esos amos; pero hay necesidad de discutir este asunto en la corresponsabilidad ciudadana de la conducción del país.
Llevar el pan a casa no puede estar sujeto a los caprichos del “dueño”, hay que expresar la voz en alto para que se respeten los méritos, la capacidad, la formación en años de estudio, de hombres y mujeres que no adulan al “jefe” ni aparecen en proclamaciones; pero que pueden aportar al país con sus ideas, su trabajo y esfuerzo.
Con el resultado de las últimas elecciones nacionales, está demostrado que en Bolivia seis de cada diez personas votaron por la propuesta del Cambio, “el Instrumento”; entonces esta mayoría exige la democratización en la distribución de las fuentes de trabajo, no por la “dedocracia”, sino según su capacidad, formación, méritos profesionales y aporte al país. Se trata de la generación de los hijos de quienes lucharon por la Democracia.