OJO DE VIDRIO
A Homero no me lo tocan
A Homero no me lo tocan
Ramón Rocha Monroy.- La pasada semana tuve el gusto de disfrutar de la hospitalidad cruceña en el encuentro internacional de escritores que celebró la APAC en el Centro Cultural Plurinacional. Mi eterna gratitud a Cecilia Koening, a Sarita Mansilla, a Silvana Vásquez, nuestra bella y talentosa dueña de casa y a todos los organizadores del encuentro, entre ellos Homero Carvalho.
Fue ocasión de disfrutar del trato caricioso que te dan en Santa Cruz, que hace de esa gran ciudad la más plurinacional de las ciudades. Hacía un calor infernal pero yo transpiraba como colla sin complejos, enfundado en una camisa delgada afgana que me regaló mi hija Raquel.
Cuando me tocó integrar una mesa dirigida por Homero, no sentí otra cosa que la cordialidad de la gente, que se manifestó en un aplauso espontáneo de homenaje ¡a mi persona! Pocas veces me debí sentir tan halagado como entonces, y eso que en la víspera compartí un par de cervezas con el Monito, como le decimos con cariño a Edmundo Paz Soldán en la familia, y con Liliana Colanzi. Todo tranqui.
De pronto, me enfrento casi toda la semana con noticias sobre una conjura de unos escritores cubanos que trataron de cerrar el encuentro con una conferencia sobre lo que ocurre aquí y ahora en la Isla, conferencia que fue suspendida por los organizadores porque al parecer obedecía a intereses políticos para denigrar a los gobernantes de Cuba, la isla que formó a mi generación.
No quiero echar leña al fuego, porque se hizo una polémica, sino testimoniar mi gratitud a los organizadores y mi cariño inveterado por Homero Carvalho, quien dirige la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia y ojalá lo haga como titular, que para eso estamos haciendo fuerza. Él tiene la entereza, la edad y la dedicación para hacerlo, y es increíble verlo en todas partes cumpliendo su labor y dando presencia a la Fundación. Eso es un Presidente y lo apoyaré por el resto de mis días.
Homero le ha dado a Santa Cruz un sentido de pertenencia a la poesía amazónica, que trasciende nuestras fronteras. Esos poemas cargados de agua, madera y verdor, tan característicos de las veladas literarias de la Plazuela Callejas, que se merece al menos una página web, tienen en Homero un gran animador y una causa, porque allí se siente ese movimiento poético que en La Paz es nocturno, sombrío y sanzeano, aislado del contexto nacional, como si Bolivia se redujera a la maravillosa Hoyada, cuando es tan plurinacional; y en Cochabamba está atomizado en cultores soterrados en su aislamiento, mientras en Santa Cruz la poesía es un movimiento generacional y una actitud social que llena de mérito a esa gran ciudad.
Cuando integré la mesa estaba un escritor cubano que habló de la circunstancia triste de esa gran Isla que es su patria, donde los más grandes poetas, de Martí a hoy, escribieron en el exilio, por diversas circunstancias. Él confesó que escribía en francés y que había hallado en París lo que no consiguió en su tierra, pero no se refirió para nada a la increíble tradición literaria que tiene la Isla, de Martí y fina García Marruz a Lezama Lima y a Leonardo Padura, para decirlo muy en breve. No la escuché a la escritora que también vino del exilio cubano, pero al parecer tenía el mismo perfil, y ambos, o más, querían hacer de un encuentro de poetas un mitin político. Por eso se quejaron de una supuesta censura del gobierno central contra sus importantes personas, cuando en La Paz, como es característico, ni nos llevaron el apunte, porque la única autoridad nacional en Santa Cruz era Homero Carvalho, pero no como autoridad sino como sensei de la poesía cruceña.
De modo que no nos vamos a pelear por nada. Vamos a agradecer las gentilezas de las anfitrionas, la excelencia del recinto del Centro de la Cultura Plurinacional que nos acogió, la cálida acogida de Silvana Vásquez y su equipo, el cariño de Cecilia Koening y Sarita Mansilla y, por supuesto, el bigote de Homero Carvalho. A Homero no me lo tocan.
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