BARLAMENTOS
Bolivianismos en la politiquería corrupta
Bolivianismos en la politiquería corrupta
Winston Estremadoiro.- El nuevo Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (RAE) ha legitimado muchos americanismos. Ya había pensado en el ‘amigovio’ –mezcla de amigo con novio- que una hija mía, de avanzada ella, definió como ‘amigo con derechos’, que, claro, son sexuales –y sensuales si gustan los prolegómenos que los gringos llaman ‘foreplay’. Faltaron varios bolivianismos. ¿Qué hacemos con el popular ‘chorteja’ –mezcla de chola y corteja- en este país de mayoría de concubinatos por usos y costumbres de “cultura ancestral”, que yo, materialista cultural que soy, atribuyo a falta de billetes?
Un bolivianismo que debería figurar en el diccionario de la RAE es “coimision”, mezcla de coima y comisión. Por extensión “coimisionero”, vocablo que define a quienes ejercen esa forma de hacer fortuna sin trabajar con probidad. Cala bien en prácticas que rayan desde el “timbre de aceleración” del billete inserto en papeles de algún trámite burocrático, hasta el depósito millonario en alguna cuenta ‘caymanera’, ahora que Suiza flaquea con el sacrosanto ‘secreto bancario’.
“Cherchez la femme”, dicen los franceses. “Cherchez l’ argent”, busquen a la plata, no a la mujer, en la politiquería boliviana que resalta el beneficio personal, tan diferente a la política que tiene al bien público como norte. No es fenómeno reciente, ni circunscrito a la triste realidad nacional. Ya Jesucristo decía “el que esté libre de pecado, lance la primera piedra”, aforismo que no atañe solo a la mujer adúltera que algunos islámicos apedrean a muerte.
Busquen a la plata y encontrarán gemas. ¿Que en el Chapare usan autos chutos para revender gasolina? No sean lelos, no es para recargar tanques de ostentosos Hummer que abundan en chozas de cocaleros pobretones; es para fabricar cocaína, de la que la gasolina es un precursor necesario. ¿Que la Iglesia Católica critica el uso de bienes públicos en las elecciones? Quizá ignoran que el caballo del Corregidor siempre gana la carrera con la ayuda del abuso de bienes estatales, prebendas y talegazos.
Un ejemplo reciente ayudará a ilustrar el fenómeno: la ‘tumbada’ (otro bolivianismo) de Papelbol. Vaya y pase que no haya árboles de fibra larga adecuados para fabricar papel en Villa Tunari. Ni que una especialista en defenestrar mediante el acoso judicial, pero bisoña en lides empresariales, fuese premiada con manejar las curiosas empresas estatales, una de las cuales es Papelbol. Sin embargo, intriga que develó el escándalo Sol de Pando, un periódico de Cobija, la capital menos poblada y la segunda más insegura del país (después de Santa Cruz de la Sierra), en lo que queda del Acre vendido a Brasil.
Andrés Fermín Guzmán Heredia fue un “habilidoso político y gestor comercial” según lo califica su hábil reportero. No hago leña del árbol caído al descalificarle como sinuoso politiquero y paradigma de ‘coimisionero’. Su hoja de vida, ¿o debería decir prontuario?, aloja perlas corruptas. La entrega del LAB a los Canhedo, propietarios de la quebrada VASP; la compra de un curul como Senador suplente por uno cuyo lema era “el poder es para hacer negocios”; tránsfuga politiquero que de adular a Tuto pasó a ‘llunquear’ (otro bolivianismo) a Evo y trabar estrecha amistad con el San Expedito de su gobierno. ¿Tendrá razón el reportero al vincularlo con Quintana y Becerra para tumbar a la constitucional gobernación de Pando y asesinar a campesinos aleccionados en la Masacre de Porvenir? La ‘gestión’ que adjudicó a OAS, una corrupta empresa brasileña, la construcción de la carretera asesina del TIPNIS. Guzmán Heredia fue cosido a balazos por el chofer de un millonario al que habría extorsionado $200.000 verdes.
La pregunta del millón con respecto a Papelbol es ¿cómo una fabricante brasileña de maquinarias, zarandeada por problemas legales, económicos y tecnológicos en su país, obtuvo “un contrato directo para armar en Bolivia fábricas de cartón y papel, consideradas empresas estratégicas del Estado”? “Cherchez l’ argent”, para arriba, digo yo.
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