RAÍCES Y ANTENAS
La variopinta fauna de opinadores y otras hierbas
La variopinta fauna de opinadores y otras hierbas
Gonzalo Chavez A..- Siempre he pensado que esta humilde columna dominical la leían mi mamá, a veces mi esposa, alguna alma distraída pero generosa y Usted amable lector, o sea cuatro gatos, aunque todos de angora. Pero por los dardos que últimamente me lanzan desde el árbol del poder sospecho que algunas autoridades y varios funcionarios del régimen también lo hacen. La buena noticia es que no estoy sólo en el paredón, también acompañan los artículos y comentarios de otros analistas económicos.
Con frecuencia, el oficialismo responde a las observaciones y críticas hechas por los opinadores. Inclusive se ha creado una categoría para denominar a los escribidores de domingo, como su seguro servidor y otros economistas, cientistas sociales o periodistas que tienen buena pluma, piensan diferente y poseen la lengua calva. A todos se los denomina, con un delicado dejo de desprecio, con el genérico: opinadores seguido de un conjunto epítetos de diverso calibre
Indefectiblemente, aunque existe una variopinta fauna de opinadores sobre temas económicos - que responden a diversas escuelas del pensamiento económico - los dueños de poder los engloban en una sola categoría: neoliberales, que no es una denominación para describir aquellos que creen en las fuerzas del mercado, sino un insulto categórico, sin apelación.
Quiere decir, que todo aquel que tenga una visión crítica y diferente del actual modelo económico recibe el sello de neoliberal. Poco importa que los análisis y las críticas provengan de marcos teóricos neokeynesianos, marxistas, institucionalistas o neoestructuralistas, como el que inspiran a esta columna. Es imposible persuadir a los nuevos sacerdotes del proceso de cambio que pueden haber muchas formas de entender los desafíos del desarrollo económico. Es muy difícil convencerlos, que ocio de chancho no es enchufe. Están presos en cárceles ideológicas.
La forma de invalidar las ideas de los opinadores es estándar. Se comienza con la descalificación que tiene diversos grados. Cuando se sugiere que la economía tal vez no siga el curso trazado por gobernantes, nos lanzan piropos suaves como: pesimistas, aves de mal agüero, desinformados, simplones o conservadores. A veces el humor sube de temperatura y los descalificativos se amplían a: Vende patria, lacayo del imperio, vendido al capital, chupa sangres, adoradores de Adam Smith. En esta forma de entender equivocadamente el debate, si alguien disiente sobre el algún tema económico, no es porque es porque legítimamente tenga una visión diferente, sino porque es un títere de las transnacionales. Un blasfemo de la palabra en el reino de la revolución.
Otro técnica común en estos tiempos es denunciar que las críticas y sugerencias de los opinadores de turno son políticas. Una especie de pescotis trasnochada. Desde el pulpito del poder se afirma: “Sus opiniones no son neutras responden a obscuros interés políticos”. La acción de presentar interpretaciones e ideas alternativas, no es derecho de ciudadano, sino hace parte de una conspiración subterránea. Vivimos una guerra económica constante. Pero se debe aclarar que todos los ciudadanos, opinadores o no, hacemos política el todo el tiempo, cuando socializamos ideas, comentamos noticias u opinamos sobre diferentes asuntos. Acusarnos de hacer política es condenar un derecho constitucional. Inclusive puede que algunos analistas económicos hagan parte de algún partido, no es mi caso, pero eso también es un derecho ciudadano. El espíritu critico es fundamental para la democracia y el avance de ciencia económica.
Otra línea de argumentación sui generis para descalificar a los mal llamados opinadores, es confrontarlos con las opiniones de los otro ora odiados organismos internacionales. Como es posible que los opinadores de turno critiquen los logros del milagro económico boliviano, sí hasta hasta las voces más autorizadas del imperio, el FMI y el Banco Mundial, se ha inclinado frente a los logros macroeconómicos. No es posible que los satanases locales no sigan lo dicen sus maestros, se afirma desde el altar del poder. Esta postura puede tener dos lecturas: Primero, causa cierta ternura que la revolución en curso necesite y utilice legitimar sus acciones económicas con las opiniones de los enemigos de siempre. Buscan los besos y abrazos de las suegras malvadas. Segundo, si hay tanto reconocimiento por parte de los organismo internacionales no será que el gobierno sigue más de lo que reconoce los lineamientos de política económica del FMI, por eso la coincidencia de criterios. Otra hipótesis de trabajo, es que los muchachos del BM el FMI actúan como siempre lo hicieron, como bancos, que para prestar plata, y le dicen lo que el cliente quiere oír, para así acomodar más créditos y seguir influyendo.
Desde una perspectiva más amplia y siguiendo a Antonio Gramsci, estamos frente a la construcción de la nueva hegemonía del bloque histórico en el poder, de la nueva dirección intelectual y mora de la sociedad, en la construcción de la nueva religión del estado con fuertes pulsaciones autoritarias. En este contexto, la ideología no se discute. los supuesto económicos se vuelven verdades absolutas. Los sacerdotes y diáconos del poder deben evangelizar, a fierro y fuego. Y opinadores, economistas, analistas políticos y otras hierbas o se convierten a la nueva religión o seguirán en la vitrina del oprobio. Entre tanto, país democrático necesita más debate de ideas y menos descalificativos.
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