Miércoles, 26 de noviembre de 2014
 

DESDE LA TRINCHERA

Democracia sometida a la “revolución”

Democracia sometida a la “revolución”

Demetrio Reynolds.- De Ñancahuazú a la ALBA se movió el péndulo político para un grupo de países signados por la ideología comunista. Fidel Castro, tras derrocar a Batista, quiso exportar su revolución al resto del continente. Su objetivo era erradicar –también por las armas– la presencia de EEUU en Latinoamérica. Se eligió a Bolivia como punto estratégico, y se confió la misión a un “guerrillero heroico” (Che Guevara); pero los campesinos a los que vino a redimir lo entregaron al enemigo. Quería cocer su “pan” en horno frío. Fracasó.
La derrota enseñó otra estrategia. Contra el imperio, ¿por qué no utilizar sus propias armas? En lugar de “patria o muerte”, el populismo arropado con indumento de la democracia podría ser más eficaz; votos, en lugar de balas. La masa es la masa en cualquier parte. Aquella siempre hará lo que el caudillo quiere que haga. Es la teoría psicoanalítica de Freud (La perversión de las masas). Sin un tiro se podría escalar el poder. Discurso, audacia y suerte es todo lo que se necesita. Los socios de la ALBA tienen las tres cosas.
Se menciona mucho el eslogan “revolución democrática y cultural”. Ese fenómeno raro estaría ocurriendo en Bolivia. La teoría tal vez la considere como una aberración conceptual, pero Morales está demostrando en la práctica que funciona. Los hechos hablan. En una mano la Constitución y en la otra el látigo. “Para mis amigos todo; para mis enemigos la ley”. Perfectamente.
“Es que tú eres revolucionario; yo soy demócrata”, le decía el sociólogo Ricardo Paz Ballivián al periodista peruano Wálter Chávez, en Diálogo de Panamericana. “Ustedes para conseguir lo que se proponen no respetan la ley, le meten nomás. Utilizan la CPE cuando les conviene; la ignoran cuando les estorba. Actuar en el marco de la ley acaso sea más lento, pero no se atropellan libertades. Se respetan los derechos humanos...”
Desde la Asamblea Constituyente –que pretendió ser originaria y plenipotenciaria– hasta la reelección última de octubre, lo que hay en Bolivia es una parodia de democracia, con el predominio dictatorial de ese monstruo llamado “organización social”. En un Estado de Derecho no se podrían cometer impunemente crímenes políticos (Hotel Las Américas) ni masacres a mansalva (Chaparina); tampoco se daría la concentración de todos los poderes en la potestad unipersonal de un caudillo.
Castro y el extinto Chávez armaron con habilidad y pericia de relojero una estructura para reproducir el poder cuantas veces quieran. Los otros socios de la ALBA no tienen más que aplicar el libreto. Ortega, Correa y Morales tienen la ruta expedita hacia el ejercicio vitalicio del poder. La fórmula retórica es simple: “Yo ya no quiero, pero el pueblo me pide; la revolución me obliga”. Aunque de verdad no quisieran, la inmensa legión de beneficiarios no se resignaría a perder las granjerías del poder. Son los nuevos ricos de este tiempo. Debe de sentirse a veces, el jefazo, como un rehén de ellos.
Pese a los nabos en la espalda, en una suerte de masoquismo colectivo, el “pueblo” le entregó a Morales, una vez más, el poder total. Es que el mecanismo de la reelección indefinida, utilizando la democracia como instrumento, es un aparato infalible. Según parece, un decenio había sido suficiente para lograr el “vivir bien”. Bolivia es el dichoso país donde sólo de pan vive el hombre; donde a lo mejor “teniendo hambre se comió su libertad”, como decía el poeta de Pido la palabra. Ya que es así, las preguntas se deslizan por sí mismas: ¿Este es el camino hacia el socialismo comunitario o del siglo XXI? ¿Cuba es el paradigma de esa conquista? ¿Es un sueño feliz o una atroz pesadilla?