Jueves, 27 de noviembre de 2014
 

SURAZO

Secretismo sospechoso

Secretismo sospechoso

Juan José Toro Montoya.-. ¿Cómo se puede explicar que el actual Gobierno, que se proclama socialista, no haya impulsado el hallazgo de los restos de Marcelo Quiroga Santa Cruz?
Teóricamente, estamos en un momento histórico propicio para ello. El presidente es el capitán general de las Fuerzas Armadas y podría ordenar que se desclasifiquen los documentos del Ejército sobre el golpe de Estado de García Meza. Podría… pero no lo ha hecho hasta ahora.
La muerte y posterior destino de los restos del líder del PS-1 es uno de los muchos secretos del Ejército boliviano. En su larga lista no sólo están los documentos sobre los muchos golpes de Estado que soportó el país sino también los hechos que rodearon a la muerte del Che Guevara en octubre de 1967.
Yo me topé con el secretismo cuando comencé a investigar el paradero de Mario Terán Salazar, el hombre que mató al Che. Rastros e indicios había muchos pero las certezas eran escasas. En algunos detalles incluso existen contradicciones a nivel oficial. Un ejemplo es la herida en la pierna que tenía Guevara cuando fue capturado. La versión oficial del Ejército dice que fue un raspón, como consecuencia de una esquirla, pero muchos protagonistas del hecho afirman que Guevara tenía un proyectil incrustado cuando lo capturaron. La verdad se dilucidaría revisando los documentos oficiales pero, pese a que ya pasaron más de 47 años de aquellos hechos, los documentos siguen clasificados.
Ampliando nuestro nivel de tolerancia, podemos entender que el Ejército se empeñe en mantener ciertos hechos bajo siete candados. Uno de sus principales argumentos es la seguridad nacional. Si se permite que cualquiera revise sus archivos, quizás podrían salir a la luz hechos que comprometerían la estabilidad misma del Estado. Pero… ¿qué pasa con información tan cotidiana como el registro de las personas?
En países con un nivel de desarrollo mayor al nuestro no es difícil encontrar personas. Es suficiente ingresar a los cibersitios (páginas web) de instituciones que manejan esos datos para tener información básica. Los datos que se consideran privados se mantienen como tales y punto.
Pero las cosas no son tan fáciles en Bolivia. Mientras realizaba mi investigación, comprobé que los dos grandes archivos de los ciudadanos, el Servicio del Registro Cívico (Serecí) y el Servicio General de Identificación Personal (Segip) mantienen sus bases de datos bajo el más absoluto secreto. Bajo el argumento de que protegen la privacidad de las personas no permiten el acceso ni siquiera a los datos más básicos. El colega español que me acompañó en la investigación se sorprendió por el hermetismo que encontró en Bolivia porque las cosas son muy distintas en su país.
Por ello, cualquier investigación periodística que involucre personas en Bolivia es una tarea titánica y el principal obstáculo son las fuentes oficiales. No es raro, por tanto, que el trabajo de la prensa se limite a la mera coyuntura.
No importa que los gobiernos proclamen que su trabajo está a la vista de la población y hasta creen ministerios de transparencia. En Bolivia, el secreto de Estado está a la par de los secretos particulares, aquellos que parecen proteger las actuaciones poco claras, quizás ilegales, de una clase política que está por encima de las diferencias ideológicas.
Los políticos se protegen entre ellos y punto. Lo demás es puro cuento.