CARTUCHOS DE HARINA
No todo fue generosidad chilena, don Heraldo
No todo fue generosidad chilena, don Heraldo
Gonzalo Mendieta Romero.- En El País de España, el canciller de Chile, Heraldo Muñoz, publicó esta semana el artículo “Detrás de una demanda boliviana”. Allí, el canciller chileno descargó de nuevo su artillería contra la incursión boliviana en La Haya.
“Grosso modo”, Muñoz reiteró sus ataques al proceso boliviano en La Haya. Primero, sostiene, Bolivia no actúa con la verdad; las condiciones (casi, casi, de favor, según el canciller) del Tratado de 1904 son extraordinarias para Bolivia y gravosas para Chile. Segundo, la demanda boliviana evita (le faltó decir “altoperuanamente”) mencionar el Tratado de 1904, pero sí lo “afecta de raíz”. La salida soberana que eventualmente resulte de la negociación que ordenare el Tribunal de La Haya, alteraría los límites fijados en el Tratado de 1904, advierte el canciller Muñoz.
Con su primera tesis, la cancillería chilena trata de impedir que Bolivia luzca como víctima de una injusticia (no es desdeñable el efecto de las simpatías por el sufrido). No obstante, el alegato del ministro chileno es tan lastimero que me pregunto --si tan grandes son las ventajas de Bolivia en el Tratado de 1904 y tan pesadas las cargas chilenas-- si no será que según su versión fue Bolivia la que ganó la guerra de 1879. Quizá Bolivia después le impuso a Chile el Pacto de Tregua de 1884 (el cual, leí, fue más bien firmado bajo amenaza chilena de otra invasión) y logró al final forzar que Chile le facilitare las canonjías que traía el Tratado de 1904.
Chile, además, intenta preocupar y poner de su lado a la comunidad internacional. Si vence la teoría boliviana, dice, ningún Estado negociará más, pues sus ofertas no consumadas en acuerdos tendrán efecto vinculante. La santidad de los tratados de límites en el mundo será también socavada por los bolivianos y su demanda.
En esto último, las alertas chilenas se parecen (aunque el canciller chileno desea que miremos al futuro) a las razones con que Chile inquietó a la Sociedad de Naciones a causa de la demanda boliviana de revisión del Tratado de 1904, en los años 20.
El canciller chileno no escribe, sin embargo, sobre cuál fue el interés de Chile por las “ventajas” bolivianas del Tratado de 1904. Chile tuvo como objetivo concentrar en sus puertos el comercio del occidente boliviano. Y esto no es ocurrencia mía.
En el preludio de la negociación del Tratado de 1904, el ministro de Chile en Bolivia, Beltrán Mathieu, trazó así las razones para que Chile preservara el departamento peruano de Arica (entonces ocupado por Chile y cuyo estatus definitivo recién se acordó en 1929): “No sé si estos territorios sean indispensables, necesarios o simplemente convenientes para Chile. Lo cierto es que Arica es la llave del comercio del Norte de Bolivia y bajo este aspecto no podría negarse su conveniencia para nosotros”. “En último extremo, llegar (…) a las puertas de Arica para tener siempre la llave del norte de Bolivia, porque entiendo que aquel puerto puede arrancar con igual facilidad el ferrocarril, que es lo que principalmente nos interesa…”.
Esa posición era compartida por Antonio Subercaseaux, Intendente chileno de Tacna en 1903, quien, en carta al presidente chileno Riesco, decía: “El departamento de Arica (…) sobre todo significa la llave del mercado central de Bolivia, que es lo que más se interesa conservar, y que obtendremos el día en que concedamos franquicias aduaneras.”
Esas cartas enseñan que Chile buscó que el “norte” boliviano dependiera de Arica. Que lo lograra no vino, empero, sin costo. Uno fue el ferrocarril que financió Chile. Otro, que los bolivianos no estemos tan cómodos con una dependencia provocada.
Las citas de esta columna provienen del libro “El Tratado de 1904” de dos respetados historiadores chilenos, José Miguel Concha (quien estuvo en Bolivia y cosechó amistades, incluyendo la mía) y Cristian Garay. El canciller de Chile haría bien en consultarles cuando quiera oficiar de columnista. Está bien que lea a autores bolivianos, como muestra su artículo, pero no que deje de lado a los propios.
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