Jueves, 4 de diciembre de 2014
 

SURAZO

El Che y San Juan

El Che y San Juan

Juan José Toro Montoya.- El principal argumento del ejército boliviano para justificar el asesinato del Che Guevara es la invasión armada.

Para los militares, el Che fue un invasor que, aunque comandaba un pequeño grupo de gente en 1967, pretendía tumbar el régimen de René Barrientos, un gobierno que el ejército de entonces consideraba democrático y legítimamente constituido.

A la luz de las leyes, el argumento es válido. Tanto en 1967, como antes y después, el ejército tiene la misión constitucional de defender el país ante cualquier agresión armada extranjera. El Che era un extranjero, estaba armado y comandaba un grupo armado. El argumento es indiscutible.
Lo que sí se puede discutir es la forma en la que se eliminó al Che. Invasor o no invasor, tanto Guevara como sus compañeros merecían por lo menos un juicio sumarísimo, así sea ante una corte marcial, que determine su destino. Pero no. El Che no tuvo juicio y la decisión presidencial y del Alto Mando Militar fue ejecutarlo. Su muerte ni siquiera fue un fusilamiento, con pelotón y a descubierto, sino que se lo eliminó en un cuartucho, en secreto, con premeditación, alevosía y el agravante de que estaba herido y desarmado. Entonces, desde el punto de vista jurídico, la muerte del Che no fue una ejecución sino un asesinato.
Pero no nos perdamos en la discusión sobre su muerte. La incursión del Che Guevara a Bolivia motivó otro episodio oscuro de nuestra historia que no está olvidado pero sí se ha cubierto con el manto de la impunidad: la masacre de San Juan.
Carlos Soria-Galvarro, José Pimentel Castillo y Eduardo García Cárdenas realizaron la investigación más completa sobre aquel crimen de lesa humanidad. En el libro “1967: San Juan a sangre y fuego” ratifican la tesis de que el gobierno de Barrientos envió tropas a los centros mineros para evitar que estos, en un ampliado previsto para el 24 y 25 de junio de aquel año, decidieran apoyar la guerrilla del Che Guevara. Este 2014, en un libro del Instituto de Investigación Histórica Militar, los militares en retiro, muchos de los cuales participaron en la contraguerrilla y en la masacre de San Juan, ratifican esa versión. “La intervención militar permitió neutralizar un nuevo foco guerrillero urbano que proponía apoyar las acciones de Ñancahuazú”, dice el libro.
La masacre de San Juan fue un crimen horrendo e injustificable. Las cifras de muertos varían entre 16 a un centenar. Tratándose de vidas humanas, la cantidad no importa. Aquel 24 de junio de 1967 se masacró salvajemente a seres humanos y, hasta ahora, nadie pagó por ello.
Si, por el argumento de la invasión, la muerte del Che no merece ser investigada, no pasa lo mismo con la masacre de San Juan. Aquel fue un crimen de lesa humanidad y el 11 de septiembre de 2000 fue promulgada la ley 2116 que obliga al Estado a actuar en casos como este. Esa ley señala con claridad que los crímenes de guerra y los de lesa humanidad no prescriben. El actual gobierno tiene la palabra.