Domingo, 7 de diciembre de 2014
 

LA NOTICIA DE PERFIL

El Árbol de Navidad y otros

El Árbol de Navidad y otros

Paulovich.- Decidida a comunicarme algo de la alegría navideña, mi socia periodística sacó del desván de mi casa toda la parafernalia que prescribe el ritual de esta época litúrgica que se llama Adviento, cuando los creyentes y también los hombres de poca fe nos preparamos a vivir el Ministerio de la Navidad.
Agradecí este gesto afectuoso de mi comadre y discípula, asociándome a su iniciativa y colaborando en sus afanes desempolvando las entrañables figuras del Niño Dios, su sagrada familia y la de los pastores de Belén, primeros testigos de su humilde nacimiento.
Reconstruido nuestro Belén hogareño, nos dimos a la tarea de armar y adornar un árbol de Navidad, costándome mucho explicar satisfactoriamente a la cholita cochabambina la procedencia nórdica de aquellos pinos puntiagudos pues ella sostuvo con insistencia que procedían de Quillacollo.
La memoria prodigiosa de mi comadre la llevó a recordarme que hace muchos años escribí por estas fechas: “Hoy me siento cual si fuera un árbol de Navidad: estoy lleno de regalos y con las bolas de adorno que alegran mi figura…”, frase de la que no me pude negar.
Ese paréntesis anecdótico llevó a la sagaz cochabambina a comparar al Árbol Navideño con el Árbol del Poder pues éste en las épocas navideñas también goza de muchos regalos y bolas refulgentes de brillo y de color.
Su feliz empeño en comparar el Árbol de Navidad con el Árbol del Poder llevó a la cholitay a decirme que el primero tiene una vida efímera mientras que el Árbol del Poder dura los años que caprichosamente quieren las aves que se posaron en él, cual es el caso presente cuando éstas se aprestan a cumplir diez años desde que Fidel y Chávez lo levantaron y adornaron, como nosotros ahora levantamos este Árbol de Navidad con regalos y luces y bolas de mil colores.
La comparación entre el Árbol de la Navidad y el Árbol del Poder se tornó muy triste y amarga en los juicios de mi comadritay, quien se dio cuenta de ello y me dijo: “No nos pongamos tristes, compadrituy, y hagamos de cuenta que en estos días navideños solamente debemos cantar villancicos para alegrar el Belén que hemos levantado en una esquina de su living, mientras en la otra esquina se levanta hermoso y lleno de luces nuestro Árbol de la Navidad, donde Dios y esta su comadre colocaremos muchos regalos”.
Quise decirle que, por favor, no gastara mucho de su dinero comprándome regalos porque yo ya había cobrado mi pobre aguinaldo de jubilado, pero se me atragantó la voz y mi mano derecha no pudo llegar hasta mi bolsillo del pantalón, por lo cual quedó consagrado con el honroso título de “el brazo más lento del occidente boliviano”.
Al contemplar nuestro pesebre de Belén y nuestro bello Árbol Navideño, no pudimos menos que abrazarnos, aunque con rara astucia yo aproveché el instante para “apechugarla”, algo que advirtió la imagen de San José que nos había estado observando.