EDITORIAL
Enatex, un experimento aleccionador
Enatex, un experimento aleccionador
Después de tan resonante fracaso, sólo queda esperar que quienes propugnan la estatización de la actividad productiva no tengan otra oportunidad
Hace algo más de un mes, cuando en el pasado octubre se hizo imposible seguir ocultando el colapso de la Empresa Pública Nacional Textil (Enatex), las denuncias de los trabajadores que habían decidido exigir el pago de sus salarios y de los informes que ponían en duda la viabilidad de ese experimento estatal, el gerente de Comercialización y Preproducción de esa empresa salió al paso en defensa de su gestión. Al hacerlo, no sólo negó que las dificultades reveladas fueran ciertas, sino que llegó al extremo de afirmar que Enatex sería un ejemplo digno de imitar.
"Enatex es una empresa modelo porque ha comenzado con cero mercados y ahora después de dos años de gestión podemos decir que tenemos un crecimiento del 300 por ciento, porque ahora producimos 400.000 prendas al mes", indicó el funcionario, a tiempo de minimizar los datos contrarios a su versión.
Pocos días fueron suficientes para que se ponga en evidencia la falacia. Así, cuando se hizo público un análisis del balance general de la empresa reportado al Ministerio de Economía y publicado en el Sistema Integrado de Gestión y Modernización Administrativa - SIGMA, se pudo constatar que el crecimiento del 340 por ciento corresponde en realidad a las pérdidas acumuladas por Enatex en 2013 con respecto a 2012.
Ese volumen de pérdidas, según ese mismo informe, fue superior al patrimonio de la compañía textilera. Y como si tan contundentes datos no fueran suficientes, los trabajadores denunciaron que había una mora de más de cuatro meses en el pago de sueldos y la empresa no estaría cumpliendo ninguna de las normas laborales vigentes como el pago de subsidios, seguridad social, aportes a las AFP, entre otros.
Las causas de tan calamitosa situación son muchas y poco a poco van saliendo a luz a medida que se levanta el velo con el que el Ministerio de Desarrollo Productivo y Economía Plural se esmeró en ocultar la información y pintar una imagen irreal de la "empresa modelo".
Éstas se remontan hasta la pérdida de las preferencias arancelarias con las que se exportaban los textiles manufacturados por Ametex al mercado estadounidense, a lo que se sumó la pésima administración a cargo del más estrecho círculo familiar de la Ministra del rubro y de una corriente del oficialismo empeñada en aplicar en Bolivia las mismas fórmulas que causaron la debacle de la economía cubana, primero, y venezolana después.
Ahora, cuando ya es inocultable el fracaso de ese experimento, los esfuerzos de sus autores se dirigen a transferir la factura de las pérdidas al erario nacional. Para ello, no han tenido mejor idea que promover la venta de "tarjetas navideñas" para forzar la venta de las prendas de vestir, que ya no tienen mercados en el exterior, en el mercado interno, comenzando por la burocracia estatal.
El hecho de que Enatex haya llegado a la situación actual es por supuesto una mala noticia, pero, paradójicamente, se puede encontrar en esa experiencia una lección muy positiva. Es que sirve para escarmentar y eliminar, ojalá que definitivamente, la tentación de dar al Estado tareas que no le competen. Después de tan resonante fracaso, sólo queda esperar que las corrientes del oficialismo que propugnan la estatización de la actividad productiva en el sector manufacturero no vuelvan a intentarlo.
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