Martes, 9 de diciembre de 2014
 
Decadencia boliviana

Decadencia boliviana

Paúl Antonio Coca Suárez.- En este Siglo XXI, donde la tecnología se encuentra en auge, donde las telecomunicaciones están al alcance de todo bolsillo, donde el Internet es parte de nuestra vida, donde las redes sociales marcan la agenda del día, tenemos que darnos cuenta que la sociedad boliviana en su conjunto se encuentra en una fuerte decadencia moral que ya se venía dando, y aunque muchos intentaron negar la existencia de esta decadencia, la misma explotó.
Sabemos que la corrupción es una acción que le roba al ciudadano que trabaja honradamente para ganar el sustento diario, pero no importa, ya que con una “ayudita” cierto funcionario público hará acciones que benefician a algunos, violando los derechos humanos, concretamente el principio de igualdad, y al final, corrupto es tanto el que da u ofrece como el que exige o pide un pago al margen de la Ley.
Nos quejamos de la contaminación, pero hemos sido permisivos con ella, hemos talado árboles sin mayor pena y hemos convertido las calles en basurales, y la factura ya la estamos empezando a pagar con ríos nauseabundos y el agua contaminada. Gran precio a la decadencia que nadie quiso combatir en su debido momento. Fácil sería culpar a las autoridades, pero el ciudadano es el que debe aportar, y no lo hace. El lugar más limpio es el que se ensucia menos.
Dejamos que personas inescrupulosas se apoderen de las calles, colocando sus rockolas, dejando que abran establecimientos donde se ofrece prostitución, alcohol y sustancias controladas, ya que existe el pretexto de que “mientras no me molesten, no me importa”… y ahora existen zonas “rojas” en nuestras ciudades, gente que sin respetar horario o sueño ajeno pone ruido a cualquier hora del día, y las autoridades brillan por su ausencia… De igual manera, hemos permitido que cualquier persona se crea dueño de la vía publica y cierre la misma cuando le plazca, convirtiendo calles, plazas, parques y avenidas en urinarios. Ante el peligro de las calles, muchos han optado por encerrar (literalmente hablando) sus barrios y vivir en urbanizaciones, mientras que otros optan por linchar a los presuntos delincuentes que aparecen en sus zonas.
Hemos dejado que niños y niñas vaguen en las calles en vez de meterlos al colegio, y ahora son pandilleros cuya única vida que conocen es la de asaltar y llegar a matar por una cartera o un par de zapatos. Y debemos ser duros al decir que hemos sido tan permisivos, que las personas ya han perdido el sentido de responsabilidad, que prefieren el dinero fácil al dinero trabajado, y que son capaces de abandonar a sus propios hijos en cualquier parte, y que éstos terminen como el bebé Alexander de La Paz, y no estamos siendo morbosos sino realistas, ya que por cada caso de abuso infantil que se da a conocer en los medios de comunicación, cientos de ellos no salen ni saldrán a la luz pública.
Para muestra basta un botón y esta decadencia es parte de nuestra realidad; no queremos leyes que sean reflejo de ella sino que la mejoren y que se reestructure la mentalidad del ciudadano boliviano. Aún no hemos tocado fondo, pero estamos en camino a hacerlo.