Viernes, 12 de diciembre de 2014
 

EDITORIAL

¿Más o menos coca?

¿Más o menos coca?



Es necesario que el Gobierno convoque a un debate nacional para reflexionar sobre el tema y encontrar nuevas y más eficientes estrategias para combatir el narcotráfico

No es fácil comprender la decisión de los productores de coca de los Yungas de Vandiola de exigir que se les autorice el cultivo de más extensiones de coca. Con esta exigencia, no sólo que muestran que hay una sobredimensionada esperanza en la conciencia política de estos agricultores, sino que ponen en duda el discurso oficial sobre el tema.
Sin embargo, en la medida en que se trata de un cultivo altamente rentable, la lógica del mercado –pese a lo que sostienen los teóricos del proceso de cambio– está más vigente que nunca, hace que no quieran abandonar esa labor, así sea que puedan ingresar en el campo de lo ilegal.
Además, lo hacen siendo parte sustancial del gobierno del Presidente del Estado a quien han vuelto a darle un decisivo apoyo a través del voto, apoyo que, además, confirma aquello que más que las propuestas del oficialismo, lo que cosecha votos es la figura y el símbolo que representa el actual primer mandatario.
En este contexto, la actitud de estos productores vuelve a mostrar que en el país no estamos encarando en su real dimensión el fenómeno de la producción de hoja de coca y su incidencia en la fabricación y comercialización de cocaína y sus derivados, dentro y fuera del país. Predomina una retórica conservadora, identificada con la estrategia estadounidense de lucha contra el narcotráfico inaugurada en la década del 80 del siglo pasado, y que no se conmueve de la realidad concreta del país ni de su evidente fracaso.
Es más, junto a varios países alineados en el denominado socialismo del siglo XXI, opone este tradicional discurso a las propuestas de importantes personalidades del planeta para debatir con madurez y visión de futuro la elaboración de nuevas formas de lucha en contra del narcotráfico, fuente no sólo de desestructuración familiar y social, sino de construcción de mafias poderosas que logran infiltrarse en niveles cada vez más importantes de los Estados, como se puede observar hoy en día en forma por demás dolorosa en México y hasta no hace mucho en Colombia.
En este contexto, la demanda de los productores de Vandiola resulta ser una más de las que a diario se plantean y que incluso significa –mientras, hay que insistir, se mantiene el discurso conservador– invadir parques nacionales porque los productores de coca requieren ampliar cada vez más la frontera agrícola.
Frente a esa realidad, es un error mantener la política de tapar el sol con un dedo. Es necesario que el Gobierno, despojándose de actitudes sectarias, convoque a un gran debate nacional para reflexionar sobre el tema y, sobre todo, encontrar nuevas y más eficientes estrategias para combatir el narcotráfico, hacerlo con visión global y participar en el debate mundial que ha comenzado a darse y en el que se involucran cada vez más países.
De lo contrario, corremos el riesgo de que suframos, como otros países, embates mucho más peligrosos que demandas aisladas como la que ahora hacen los productores de Vandiola.