Sábado, 13 de diciembre de 2014
 
Lo que resistes, persiste


Cecilia Levy

¿Has notado alguna vez cómo la resistencia conduce a la persistencia?
Todo aquello que es resistido, postergado o rechazado, simplemente persiste y vuelve en igual medida. Parece una de esas leyes de hierro dentro de nuestro universo energético. Ya sea que se trate de uno contra el otro, de comunidad contra comunidad, o nación contra nación. Cuando uno empuja contra el otro o resiste la posición del otro, hay algo llamado conflicto continuo. Todos encontramos una ocasión, situación, suceso o acción para criticar, juzgar o resistirnos, a algo de la otra persona o de nosotros mismos.
Olvidamos que cuando nos resistimos a algo o a alguien, ya sea mental o físicamente, sólo conferimos más poder al objeto de nuestra resistencia, tanto en la realidad como en nuestra propia mente. La resistencia mental y, por tanto, emocional se convierte en un hábito. Todo sucede porque tenemos la creencia subconsciente de que el mundo debe ser de acuerdo a nuestras expectativas. Cuando no lo es, nuestro enojo se convierte en más resistencia, y al crear resistencia hacia algo o alguien automáticamente creamos nuestros propios temores. De hecho, el miedo es lo que existe por detrás de nuestros comportamientos de resistencia, postergación o negación. Todo proviene de la creencia de que estamos en condiciones de controlar lo que no podemos controlar, de que el mundo debería bailar al compás de nuestra propia música.
Por otra parte, si deseamos disfrutar de la capacidad de influir en las personas y las situaciones, siempre empecemos por la aceptación. Si queremos desarmar a alguien, empecemos por la aceptación; si queremos alentar y conferirle poder a alguien para que cambie, empecemos por la aceptación; si queremos resolver el conflicto en una relación dada, empecemos por la aceptación. Pero que no sea condicional. De lo contrario, sólo será resistencia disfrazada de aceptación. Con ello demostraremos que todavía tratamos de controlar a los demás.
La aceptación nos conecta con la energía de la persona o el flujo de la situación, y cuando nos conectamos y fluimos, tenemos la máxima influencia. Pero si ofrecemos resistencia, nos desconectamos y detenemos el fluyo, tratando de controlar y dominar al otro o a la situación. De esta manera, los obstáculos y los conflictos surgen inmediatamente.
Lo mismo ocurre en nuestro interior. De hecho somos tranquilos, pacientes y sabios en nuestro interior. La lucha por derrotar los hábitos del miedo, intolerancia, impaciencia y el enojo, etc. sólo sostienen y fortalecen la barrera entre nosotros y nuestra sabiduría implícita, nuestra paz, nuestra valentía. Si existe alguna lucha en nuestro esfuerzo por cambiar, entonces será como si estuviera resistiendo aquello que deseamos cambiar en nuestro interior. Estos también son hábitos que hemos creado en el pasado. Recordemos que no somos nuestros hábitos, aunque tendemos a identificarnos con ellos. Entonces, en el momento en que nos resistimos a nuestros hábitos, es como si estuviéramos poniendo resistencia a nosotros mismos. En efecto, estamos batallando contra nosotros mismos, luego, esto torna a los hábitos que tratamos de modificar más fuertes aún. Drena nuestro poder y debilita nuestra capacidad para establecer nuevos patrones de pensamiento y comportamiento positivos.
El más profundo secreto de todo cambio interior y de toda sanación, es nuestra propia aceptación versus auto resistencia o auto rechazo.
La aceptación es el primer paso para transformar nuestros hábitos no deseados. El segundo paso es el desapego a la autocrítica y al auto rechazo que genera nuestra resistencia y por tanto nuestros miedos. El tercer paso es la aplicación contraria o antítesis del hábito que deseamos cambiar. Es decir, si somos impuntuales debemos poner atención y energía en ser precisos y puntuales. Invertir en lo que deseamos conseguir. En lugar de invertir en aquello que deseamos modificar.
Recodemos: “lo que se resiste, persiste”. Por el contrario, aceptar, facilitar y simplemente fluir, nos empodera, nutre y trasciende, hacia una consciencia elevada y mayor.