“Examinarlo todo”
“Examinarlo todo”
Fray Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M..- En este tercer domingo de Adviento pedimos al Señor: "Concédenos celebrar la Navidad con alegría desbordante". Los que llegan tarde a la eucaristía –que no son pocos–, los que no siguen la hoja dominical, apenas se dan cuenta de esta petición central de la eucaristía de hoy. Las lecturas que son proclamadas hoy nos convocan a prepararnos y vivir con alegría la Navidad de Jesús, el único Salvador y Redentor. El motivo de la alegría es profundo: Dios está cerca, Dios viene a nuestra vida, a cumplir sus promesas de salvación hechas en el Antiguo Testamento.
A nosotros que nos ha tocado vivir esta época de la historia, no nos viene mal escuchar las invitaciones a la esperanza y a la alegría, basadas en la Buena Noticia que Dios ha querido entrar en nuestra historia para siempre. En este tiempo de revisión y de examen de conciencia sería bueno que nos preguntemos cada uno: ¿estoy contento por dentro, como el profeta Isaías o como María, la Virgen? Y si no llega a ser así, ¿no será porque no acabo de creer esas palabras tan hermosas que decimos y cantamos en este tiempo de Adviento y Navidad?
Los judíos preguntaron al Precursor Juan el Bautista “¿quién eres?”. En cierta ocasión, le pregunté lo mismo a un estudiante de filosofía de la universidad, y me contestó: “Es lo que estoy tratando de averiguar”. San Agustín decía en una de sus oraciones: “Que te conozca, Señor, y que me conozca”, sabiendo que lo uno es tan difícil como lo otro. Pero una gran mayoría piensa que no hay nada que averiguar sobre sí mismo. Adviento es un tiempo de reflexión sobre sí mismo, para preguntarnos ante el Señor, a la luz de la Palabra, la gran cuestión del porqué y el para qué de nuestra vida, para que estamos en el mundo.
Si nos ponemos a reflexionar dentro de nosotros mismos, nos vamos a llevar sorpresas. Las palabras que Juan el Bautista dirigió a los judíos podemos aplicarlas a nosotros mismos: "En medio de ustedes hay alguien a quien no conocen". A Jesús en este tiempo de Adviento lo estamos esperando, y está en medio de nosotros, entre nosotros. Estamos queriendo preparar sus caminos, y resulta que ya llegó, y vive en nuestro corazón y en el seno de la iglesia familiar, llamada iglesia doméstica.
El gran desafío de Adviento y Navidad es tomar conciencia de ese Cristo que nació en nuestra alma cuando recibimos el bautismo, que vino al hogar al recibir el sacramento del matrimonio. Decir que Dios está con nosotros es decir también que tenemos constancia en el amor, alegría en la esperanza y lucidez en la fe .Mientras no me encuentre a mí mismo, no podré encontrarme con el Señor que mora en mí. Asimismo, mientras no me encuentre con el Señor que mora en mí, no terminaré de entenderme y aceptarme a mí mismo
El apóstol Pablo nos da hoy en la segunda lectura, en la primera carta a los tesalonicenses, 5,16-24 unas consignas concretas que nos vienen siempre bien pero especialmente en este tiempo de Adviento. Ante todo, que "no apaguen el espíritu", o sea, que no tengan miedo a que el Espíritu Santo de Dios suscite nuevos carismas en el mundo y en la Iglesia.
Pablo nos da otra consigna: “Examínenlo todo, quédense con lo bueno”. Un cristiano tiene que saber captar todo lo que de bueno hay en este mundo, los valores que aprecian los jóvenes o la gente que nos rodea. Pero todo debe hacerse con discernimiento. No todos son valores ni contravalores. El cristiano guiado por la Palabra de Dios tiene que distinguir entre lo bueno y lo menos bueno, entre el pecado y la gracia y actuar en consecuencia.
El Espíritu nos invita a vivir en actitud de servicio. En muchos cristianos hay como una incapacidad para ver las necesidades del prójimo, para pasar de las palabras a las obras. Se nos está llamando en Adviento a “llevar la Buena Noticia a los pobres, vendar las heridas de los que sufren, consolar a los tristes... En una palabra, a trabajar por los demás, a hacer cada cual lo que pueda. No importa si lo que hacemos es pequeño, parcial, temporario... Los que pueden dar soluciones definitivas a los grandes problemas sociales, que lo hagan, pero que nadie sea del número de los que no hacen nada y lo critican todo. Un día de menos hambre para alguien ya es algo, un día de consuelo para quien está triste es algo muy positivo, aunque no lleguen a incluirse en las estadísticas del progreso y del bienestar.
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