DESDE LA TRINCHERA
Escritores frente al poder político
Escritores frente al poder político
Demetrio Reynolds.- ¿Los escritores eligen sus temas o surgen éstos –imperativamente– de la realidad que les circunda? Se suele hablar del arte por el arte y de la literatura comprometida. Se dan posiciones radicales: “Yo escribo sobre mis fantasmas; mi compromiso es no ignorarlos”. (José Donoso, Chile). “Cuando la dignidad del hombre está en peligro…el escritor debe alzar su voz y luchar si no quiere ser un canalla”. (Jorge Amado, Brasil).
Un criterio más relativo: La política –ha dicho José Carlos Mariátegui– en las épocas de plenitud se reduce al parlamento y a la administración; pero en las de efervescencia romántica; es decir, de crisis, aquella ocupa el primer plano de vida. ¿Para los escritores también? ¡Esta es la cosa! Desde luego, la peor forma de relacionarse con la política es ponerse al servicio de un partido.
Unos ven desde su torre de marfil, impasibles, cómo azota la tormenta en la calle. Otros, son parte de los que soportan o se rebelan. Claro que es también un derecho el ser como uno quiere. Pero es verdad que no hay una sola obra importante que no sea un testimonio de la vida; incluso la que parece ser sólo ficción atesora en mar adentro el secreto de su motivación. De esto habló el Nobel Mario Vargas Llosa en su libro “La verdad de las mentiras” (2009).
No es lo mismo en todas partes la política, y tampoco la sensibilidad de los escritores frente a ella. Un periplo por el mundo sería muy largo. Ni es necesario alejarse mucho. En casa hierben esas habas a calderadas, y con un sello original y pintoresco. Cuando cierta vez le preguntaron al Dr. Wálter Guevara Arce (ex presidente de Bolivia), cómo definiría la política, respondió: “Es el arte de tragarse sapos”. ¿Y qué son entonces los partidos? “Son mafias organizadas para delinquir”, según el director de una importante radioemisora. ¿Y el Parlamento? Es otra mafia, a decir del jefazo cuando era diputado. Hoy en día, con tanto “proceso de cambio”, ¿habrá cambiado esto?
Por lo que hace a los escritores, dos novelas parecen ilustrar posiciones antagónicas: en 2002 fueron premiadas por Alfaguara en Bolivia “El delirio de Turing”, de Edmundo Paz Soldán, y a nivel internacional “El vuelo de la reina”, de Tomás Eloy Martínez. Aquella desarrolla un tema de ficción cibernética, y la otra retrata un país (Argentina) que se caía a pedazos, y por eso “se parece tanto a la vida”. (Carlos Fuentes).
De lo último hay ejemplos que perduran. Juan Montalvo combatió con saña a un tirano en su país, Ecuador, hasta derribarlo; después exclamó victorioso: “mi pluma lo mató”. Medinaceli decía que si en España de Larra escribir era llorar, en Bolivia es matarse. Verdad: si no era la intervención del propio Presidente (David Toro), un alto jefe militar habría cumplido su promesa de “pegarle dos balazos” por el artículo titulado: “Mi homenaje a Miss Tarija”. En otra época (1938), Alcides Arguedas fue brutalmente agredido en Palacio por una carta donde criticaba la gestión del presidente Germán Busch.
Hoy la política va por otros rumbos, y de los escritores no se sabe sino que escriben. Con la irrupción de los cocaleros al poder, el marco histórico ha cambiado; pero el socialismo “fantasma” del siglo XXI aún vive la hora turbia de su ebriedad. Ningún escritor ha recogido los problemas cruciales del país. Los libros con fuerte olor a incienso no pertenecen a la literatura.
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