Jueves, 18 de diciembre de 2014
 

EDITORIAL

Un hecho histórico

Un hecho histórico



Lo único que ahora corresponde es que todos los líderes del mundo se pongan a la altura de la historia que está escribiéndose

Una muy buena noticia, de esas que se producen tan excepcionalmente que bien merecen ser calificadas como históricas, ha sido dada ayer al mundo por los presidentes de Estados Unidos y Cuba, Barack Obama y Raúl Castro: el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países, rotas en 1961 y marcadas por una feroz hostilidad que duró más de 55 años, desde el día mismo del triunfo de la revolución cubana. Ésta tendrá un impacto enorme y sus repercusiones se sentirán en todo el planeta y se proyectarán hacia el futuro.
La trascendencia del paso dado por Obama es comparable a la caída del muro de Berlín, hace 25 años. Marca el fin de toda una época y abre un horizonte de posibilidades tan amplio que no resulta nada fácil prever el rumbo que tomará a partir de ayer la historia cubana. Y así como la revolución de 1959 tuvo un efecto multiplicador en toda Latinoamérica y gran parte del mundo, lo que ocurra en Cuba tendrá también, sin duda, muy hondas repercusiones en toda la región, incluido nuestro país.
A nadie le será fácil adaptarse a las nuevas circunstancias y todos quienes aspiren a jugar un rol protagónico en la época que se inicia tendrán que hacer grandes esfuerzos para no ser avasallados por el avance de la historia. La parte más difícil del reto corresponde a los sectores más radicales de los polos que vivieron enfrentados durante las últimas cinco décadas, los que no conciben otra forma de hacer política que no sea la lucha a muerte, sin transacción posible con los adversarios.
Las primeras manifestaciones de esas corrientes radicales se pudieron ver tan pronto como fue anunciada la noticia. En filas del Partido Republicano cundió la ira y también los más intransigentes representantes del exilio cubano expresaron su repudio al paso dado por Obama.
Muy similares, casi idénticas, fueron las reacciones de quienes creen que la causa de la revolución cubana y su fallido proyecto de socialismo todavía pueden ser defendidos. Y aunque el hermetismo y la falta de información independiente proveniente de Cuba impiden conocer reacciones de los sectores más radicales del Partido Comunista gobernante y de sus Fuerzas Armadas, los dos pilares sobre los que todavía se sostiene el régimen, es muy probable que supongan que el paso dado por Obama marcará el principio del fin de su poder monopólico.
Muy diferente es el caso de quienes desde ambas orillas, a pesar de sus discrepancias y diferentes expectativas sobre la mejor manera de encarar el porvenir, han comprendido que el restablecimiento de las relaciones era la mejor opción y que lo que ahora corresponde es sumar esfuerzos para que la transición hacia la nueva etapa sea lo más suave posible.
Tan importante como lo anterior es el rol que jugó el papa Francisco en todo el proceso que condujo al desenlace de ayer. Confirma una vez más que el actual papado está destinado a dejar una muy profunda huella no sólo en la historia dos veces milenaria de la Iglesia católica, sino en el mundo actual.
En ese contexto, lo único que ahora corresponde es que todos los líderes se pongan a la altura de la historia que está escribiéndose. Nuestro país, comenzando por sus principales mandatarios, tiene una excelente oportunidad para hacerlo.