Viernes, 19 de diciembre de 2014
 

EDITORIAL

¿Política internacional?

¿Política internacional?



Hay actitudes que privilegian determinadas visiones ideológicas y pueden afectar seriamente a la calificada por el propio Gobierno como la principal política de Estado

Hace unos días comentábamos las declaraciones del Ministro de Relaciones Exteriores sobre las relaciones entre Bolivia y EEUU y su deseo de que sus mandatarios se reúnan para normalizarlas. Sin embargo, advertíamos –lo que lamentablemente ha sucedido– sobre la posibilidad de que, como en anteriores circunstancias similares, el titular de la política exterior del país sea desautorizado –explícita o implícitamente– por otras autoridades del Órgano Ejecutivo.
En efecto, mientras, por un lado, la estrategia seguida por el Gobierno en relación a nuestra demanda en contra de Chile presentada ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) ha recibido un espaldarazo de parte del ex presidente de ese país, se ha convocado a un encuentro de embajadores para coordinar acciones y se ha dado un importante encuentro entre los mandatarios de Perú y Bolivia para superar algunas fricciones, el Presidente del Estado, por el otro lado, luego de la cumbre de la ALBA, ha recuperado el tono agresivo de su posición antiimperialista.
Además de asumir como verdadera una explicación poco plausible sobre un tema económico tan complejo como es la caída del precio del petróleo (que de acuerdo a su Ministro de Hacienda puede beneficiar al país porque bajará, entre otras consecuencias, el subsidio a los hidrocarburos), ha lanzado la idea de que esa caída responde a una estrategia estadounidense en contra de Rusia y Venezuela, razón por la que anunció que pediría que la cumbre del Mercado Común del Sur (Mercosur), donde el país no termina de ser aceptado como miembro pleno, emita una declaración en contra de Estados Unidos y de solidaridad con Venezuela y Rusia por esa razón.
Obviamente, no sólo que al Canciller le debe resultar difícil ejecutar su política de acercamiento a EEUU o de búsqueda de adhesiones a la causa marítima, porque el país muestra una falta de visión integral de nuestra política internacional. Eso sucede, además, al dar apoyo, por ejemplo, al gobierno ruso cuando era condenado por la mayoría de los países del mundo (salvo los miembros de la ALBA) por su invasión a Crimea y su política expansionista, cuando uno de los justos y contundentes argumentos de Bolivia en relación a la demanda marítima es el haber perdido una salida soberana al Pacífico por causa de una guerra invasiva.
No está demás insistir en que hay un apoyo generalizado de la ciudadanía a la estrategia boliviana de recurrir a La Haya para respaldar nuestra demanda marítima, y que, en general –y salvo esporádicas declaraciones de funcionarios que sin que les corresponda referirse a este delicado tema tratan de figurar aprovechándolo– el Gobierno y los diferentes sectores del país han actuado con la mesura y civismo que corresponde. Sin embargo, hay actitudes que privilegian determinadas visiones ideológicas y pueden afectar seriamente a la calificada por el propio Gobierno como la principal política de Estado, que es la recuperación de una salida soberana al Océano Pacífico
De ahí es que se debe insistir en que en la definición y ejecución de la política exterior debe primar la coordinación, la mesura y el profesionalismo.