Que no falte el invitado principal
Que no falte el invitado principal
Fray Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M..- Estamos a las puertas de la Navidad y, este domingo, celebramos el cuarto domingo de Adviento. Las lecturas de este Día del Señor nos invitan a entrar de lleno en la familia de Dios en la tierra y en el cielo. Dios quiere hacer de David una familia. La necesita mucho más que el templo que David quería construir a Dios. De "la casa de David" o "Familia de David" nacerá el Salvador del mundo, Jesús de Nazaret Hay un gran profundo sentido mariano en este cuarto domingo de Adviento. María fue la que mejor preparó y vivió el Nacimiento de Jesús. Ella lo esperó con inefable amor de Madre. Ella puede ayudarnos a vivir el gozo de la Navidad desde la fe, acogiendo a Dios en nuestra vida, desde la familia y en familia, poniéndole en el centro de la familia En estos días, muchas personas están preocupadas por los aguinaldos, las visitas, los reclamos de la sociedad de consumo. Todo esto puede, en alguna manera, ayudarnos a alegrarnos y unirnos en familia o a hacer familia. Pero los cristianos debemos hacer mucho más, prepáranos y celebrar espiritualmente la Navidad, la gran manifestación de Dios en carne humana, del "Dios-con-nosotros". Debemos estar alertas para que nadie ni nada nos robe el sentido profundo de la Navidad.
El evangelio de Lucas 1,26-38, es el proclamado en la eucaristía de este domingo. Lucas nos regala el diálogo salvador entre Dios y la humanidad. El ángel Gabriel anuncia a María que se cumple la promesa de Dios a la familia de David, al pueblo de Israel. El SI de Dios nos llega todos en la persona de María. El "SÍ" de María a Dios representa de algún modo a todos los que a lo largo de la historia han dicho "SÍ" a la voluntad de Dios en sus vidas.
David quiso hacer algo grande en honor de Dios. Le daba vergüenza de vivir en un gran palacio mientras el Arca de la Alianza estaba en una simple carpa. Sus grandes deseos eran poder construir un gran templo. Dios le hace ver que sus planes iban por otro camino. La meta para Dios no era llenar el mundo de grandes templos. Será Salomón quien más tarde construirá el admirable templo de Jerusalén. El templo es como la casa para una familia. Sin duda, que es importante, pero eso no es lo principal. Una familia sin casa lo pasa mal, pero mucho peor lo pasan quienes no conviven en una casa y no se aman.
El Hijo del Eterno, el Dios omnipotente, nace de una familia humana. No quiso venir al mundo como un adulto perfecto y preparado en el cielo o como un ángel, extraño a nuestro mundo. El Mesías prometido es Dios pero tiene sus raíces familiares concretas de una raza, de una familia humana. María y José son los eslabones más próximos de una cadena que hace que Jesús sea hermano nuestro arraigado en la historia humana.
Gracias a María se lleva a cabo el plan salvador de Dios. A María se le pidió la aceptación de ser la Madre del Salvador, el Hijo de Dios. Si miramos con visión humana, María hizo mucho menos obras que la beata Teresa de Calcuta. María fue un ama de casa en un pequeño pueblo, Nazaret, pero sobre todo madre generosa con Dios y con la humanidad. Aportó un SÍ con el cual Dios salvaría al mundo.
A nosotros cristianos del siglo XXI nos está anunciando el ángel lo que anunció a María hace dos mil años, que Dios quiere nacer entre nosotros, para el bien de cada uno y del mundo entero. En Navidad Dios nació para nosotros y en el bautismo nosotros nacemos para Dios. Nos puede parecer imposible, no entender mucho, porque nos falta fe, pero podemos hacer la misma pregunta de María: "¿cómo puede ser esto?". La respuesta de Dios es la misma. Nosotros no podemos cambiar el mundo pero sí la fuerza del Espíritu Santo. "Para Dios no hay nada imposible".
Hay que librarse de preparar cosas y cosas que nos impida ver a Cristo que quiere renacer de nuevo en el corazón de cada uno. Lo importante es esto, que Cristo vuelva a estar en el corazón con nueva vitalidad. María y José no pudieron ofrecer una casa y linda cuna al Niño Dios, pero supieron acogerlo en su corazón con mucha fe y sobre todo con amor. Lo más importante es saber que Cristo, el principal invitado, no esté ausente en las celebraciones de Navidad. Para todo cristiano hay una invitación que nos hace revivir al Dios que vive, participar en la eucaristía y comunión.
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