Viernes, 26 de diciembre de 2014
 

EDITORIAL

La economía, un desafío para la serena reflexión

La economía, un desafío para la serena reflexión



Más allá de los apasionamientos políticos e ideológicos, urge en nuestro país un sereno debate sobre el presente y el futuro de la economía nacional

Si hay un tema que durante los últimos tiempos ha ocupado un lugar destacado en la agenda informativa económica de nuestro país, es sin duda el relativo a la abundancia de informes positivos sobre el rumbo de la economía nacional. Tanto, que ya no llama la atención que los principales organismos internacionales, las más renombradas calificadoras internacionales de riesgos o destacados analistas de medios especializados publiquen evaluaciones según las cuales nuestro país puede y debe ser visto como un modelo digno de imitar.
Como es natural, tan favorables informes no suelen ser recibidos como si de verdades incuestionables se tratara, sino como motivos de intensas polémicas. No podía ser de otro modo, pues en nuestro país, como en cualquier otro del mundo, el estado de la economía está directamente relacionado con la correlación de fuerzas políticas, es motivo de preocupación cotidiana para la mayor parte de las personas y es también uno de los objetos favoritos de debate teórico entre expertos del mundo académico.
Desde el punto de vista de la repercusión política del tema, es notable que en las filas de la oposición se haya impuesto una especie de rendición cuando de debatir se trata.
No se oyen voces que pongan en duda los lineamientos centrales de la política económica aplicada por la actual gestión gubernamental y mucho menos propuestas alternativas. En el ámbito académico la situación no es en el fondo muy diferente, aunque cuando de hacer proyecciones hacia el futuro las opiniones se polarizan entre dos visiones diametralmente opuestas.
En un extremo de ese espectro se destaca la opinión de quienes desde una plena identificación con las fuerzas gubernamentales han renunciado al razonamiento crítico para poner sus conocimientos al servicio de la propaganda, lo que resta seriedad y credibilidad a sus interpretaciones.
En el otro extremo se ubican quienes con similar actitud enarbolan interpretaciones diametralmente opuestas. Reducen la compleja realidad a consabidas fórmulas teóricas y, cuando los hechos no confirman sus teorías, no encuentran mejor escape que proyectar hacia el futuro los más pesimistas augurios. Se diría que esperan que un cataclismo económico venidero termine por ratificar las pesimistas previsiones que vienen repitiendo año tras año lo que, como en el caso anterior, deja muchas dudas sobre la solidez de sus conocimientos y la seriedad de sus análisis.
Ninguna de esas maneras de abordar la situación económica del país resulta útil a la hora de comprender la realidad y mucho menos para proyectarla hacia el porvenir. Por eso, es de esperar que desde ambos polos se dé un giro de modo que desde los diferentes puntos de vista se enriquezca un sereno y objetivo intercambio de ideas y reflexiones. Sólo así podrán mejorar nuestras posibilidades de afrontar con éxito las tareas pendientes y los retos que nos depara el porvenir. (Reedición)