Domingo, 28 de diciembre de 2014
 
La familia tiene una meta

La familia tiene una meta

Fray Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M.

Este domingo, último del año civil, celebramos la fiesta de la Sagrada Familia, que quiere ser la fiesta de la familia cristiana. Es una fiesta entrañable que nos invita a ver la familia de Dios en la tierra, Jesús, María y José. La familia de Dios en el cielo la forman el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, lo que llamamos la Santísima Trinidad.
La familia está muy presente entre todos, de manera especial en Navidad. Empieza diciembre y nuestra mente está en la familia, cómo vamos a celebrar la Navidad en familia, qué regalos nos vamos a hacer, qué miembros de la familia van a estar reunidos, qué vamos a regalar al Niño Dios. Hasta tal punto priman los detalles de la familia que, no pocos cristianos, posponen a Jesús de Nazaret por la cena que se realiza en la familia. La Sagrada Eucaristía y la Comunión debe ser el centro de la Navidad. La parroquia debiera ser para nosotros, los cristianos, la pequeña familia de la fe.
Cuando la familia humana y cristiana está en peligro, incluso en su misma identidad, el Papa Francisco convocó a un sínodo extraordinario sobre la familia, que se llevó a cabo en la ciudad del Vaticano, en el mes de octubre. La Iglesia, los bautizados, seguiremos estudiando hasta octubre de 2015, este tema de la familia, pues en ese mes, continuarán los estudios. Ambos sínodos tratarán la pastoral en la familia. Ni un sínodo ni otro pondrán en duda la doctrina sobre la indisolubilidad del sacramento del matrimonio. La doctrina tradicional sobre el matrimonio no se puede cambiar porque atentaríamos a la misma Palabra de Dios. Se busca desde la misericordia de Dios a través de la madre Iglesia, ayudar pastoralmente a los problemas antiguos y nuevos en la vida matrimonial.
Es muy necesario conocer la Palabra de Dios sobre el matrimonio y la familia. No se puede partir de cualquier idea o ideologías, o desde la filantropía humana, o con motivos de mera convivencia civilizada, aunque tengan su valor, sino desde la fe. Para una vida familiar y comunitaria sólida, necesitamos la fe, porque el motivo último es el amor que Dios nos ha mostrado en su Hijo y que en estos días navideños estamos reviviendo más profundamente. Nos es muy necesario también conocer los textos auténticos de las reflexiones del Sínodo, no a través de las notas periodísticas, pues muchas veces están alejadas de la verdad. Toda persona que tiene internet puede conseguir el texto auténtico.
La familia no es un absoluto. No tiene un fin en sí misma. La familia tiene un objetivo o meta en función del cual se ha de juzgar, dirigir y corregir. El objetivo último es llegar a la felicidad del cielo después de la felicidad terrena. En la familia hay que trabajar buscando la salvación eterna de todos sus miembros. No basta llevarse bien. Hay que llevarse hacia el bien. El BIEN es Dios, el sumo Bien como dice San Francisco de Asís. Nuestra unión en el hogar debe ser un anticipo y preparación de la unión definitiva en el cielo.
Ahora bien, poner el objetivo o meta en el cielo no significa en manera alguna despreciar las cosas de la tierra. Más bien, la fe nos empuja a dar un sentido más profundo y claro a los valores humanos auténticos, asignando a cada cosa su valor y transcendencia, cuando se lo sabe relacionar con lo que nos conduce a la vida eterna.
La fiesta de la Sagrada Familia, en el marco de las fiestas de Navidad, con las lecturas propias de este día, no nos da soluciones técnicas para la vida familiar, pero si nos ofrece las claves más profundas, humanas y cristianas de la convivencia en la familia. Sin duda, han cambiado las condiciones sociales y el modo de relacionarse de padres e hijos en comparación con las que describen los libros del Antiguo Testamento o las cartas de San Pablo. No obstante, siguen válidos los principios principales como el respeto, la solidaridad, el perdón, el saber darse gracias, la tolerancia, el atender a los padres, la ayuda mutua.
La familia de Nazaret aparece como modelo amable de muchas virtudes que debieran copiar las familias cristianas. El programa de vida que aparece en la palabra de esta fiesta vale para las familias, para las comunidades de vida consagrada, para los grupos o movimientos apostólicos... A todos nos iría mejor en el mundo si tuviéramos en cuenta tan bellos consejos, si nos dejáramos revestir, como dice Pablo, de la misericordia, bondad, humildad, dulzura, comprensión, amor y capacidad de perdonar.