Martes, 30 de diciembre de 2014
 

EDITORIAL

Argentina, a tiempo para enmendar el rumbo

Argentina, a tiempo para enmendar el rumbo



Es de esperar que antes de que sea demasiado tarde, se produzca en Argentina la reacción necesaria para enmendar el rumbo

Hace poco menos de un año, en un editorial publicado en estas páginas bajo el título “Argentina, tras los pasos de Venezuela”, nos referíamos en términos pesimistas al curso que había tomado la crisis argentina como directa consecuencia de la cadena de desaciertos del gobierno encabezado por Cristina Fernández vda. de Kirchner.
Comparar el caso argentino con el de Venezuela podía parecer a primera vista una exageración. Sin embargo, si se considera que las grandes crisis no suelen ser el resultado del azar ni se producen súbitamente, sino que son el resultado de procesos relativamente largos durante los que se acumulan y combinan diversos factores, la comparación adquiere pleno sentido.
En el plano económico, el síntoma principal de la descomposición es la manera engañosa como se manejan los datos de la realidad. A ese método se recurre para encubrir los efectos negativos del descontrol del gasto público, de la corrupción y de la demagogia populista como principal guía a la hora de administrar las finanzas públicas. Sin embargo, esa fórmula, muy eficaz en tiempos de abundancia, suele perder todo efecto cuando ya no hay modo de hacer que las cifras se adapten a los caprichos y a los deseos de los gobernantes.
El desenfreno de los grupos de poder que se dedican a apropiarse de los recursos públicos, aprovechando la previa destrucción del andamiaje institucional encargado de la fiscalización, es una segunda característica común. En efecto, las multimillonarias cifras que son sustraídas del erario a través de las más diversas modalidades de corrupción se suman a otros factores que desangran la economía y debilitan la institucionalidad democrática, con lo que se sientan las bases para que a la crisis económica se sume una crisis política.
Un tercer rasgo es que cuando ya son inocultables los estragos, los gobiernos que los causaron recurren al victimismo para transferir sus culpas a factores externos. Es entonces cuando el capitalismo, el imperialismo, las empresas transnacionales, el sistema financiero internacional o cualquier supuesto enemigo aparecen en los discursos como los autores de una confabulación.
En el frente interno, las agresiones suelen dirigirse hacia los medios de comunicación y los jueces independientes, cuando todavía los hay. Con la esperanza de perpetuar el ocultamiento de la realidad, se redoblan los esfuerzos para censurar al periodismo libre y para defenestrar a jueces insumisos.
No es difícil constatar que todos esos elementos, entre muchos otros, dan sentido a las advertencias sobre el riesgo de que Argentina avance por el camino que condujo a Venezuela, bajo la conducción de Chávez, primero, y de Maduro después, a su calamitosa situación actual.
Felizmente, entre las similitudes hay también esperanzadoras diferencias. Una de ellas es que en Argentina todavía existe una oposición que, pese a sus también numerosos desaciertos, tiene todavía a su alcance la posibilidad de constituirse en una alternativa viable en el corto plazo. Es de esperar por eso que dentro de diez meses, cuando en octubre próximo se realicen las elecciones generales, una vigorosa reacción democrática del pueblo argentino ponga fin al proceso de deterioro económico, político y social.