Viernes, 2 de enero de 2015
 

EDITORIAL

2015, ¿renacerá la sociedad?

2015, ¿renacerá la sociedad?



La recuperación de la sociedad frente al Estado será uno de los desafíos importantes de 2015. Urge poner límites a la voracidad estatal y de los actores políticos

Como muchos especialistas advirtieron, una de las consecuencias de la hegemonía alcanzada por el Movimiento Al Socialismo (MAS) ha sido la desarticulación de la sociedad organizada. La cooptación de muchas organizaciones sociales y, luego, de entidades sindicales, sumada a la virtual desaparición de los comités cívicos ha conducido a que el MAS y el Primer Mandatario se autodefinan como expresión del pueblo y, por ello, sin atadura alguna en la administración del poder.
Los últimos meses del año han sido testigos de esa situación.
El uso abusivo de los bienes del Estado para respaldar al partido de gobierno, el acoso a autoridades que no se alinean al discurso oficial, la falta de escrúpulos a la hora de dañar al adversario, así como el asombroso tráfico de posiciones a la hora de elegir candidatos para las elecciones regionales de marzo próximo y las “circulares” y declaraciones poco claras de vocales electorales son posibles, entre otras razones, por la falta de una sociedad organizada que se movilice para poner límites a esa forma de actuar.
Hay que recordar que una característica de la vieja república democrática fue, precisamente, el empoderamiento de organizaciones sociales independientes frente a las diferentes expresiones de poder. Si bien, como en todo proceso complejo, se hacía uso y hasta abuso de ese poder, su desarrollo permitió un relativo equilibrio y, sobre todo, frenos al abuso. Además, las entidades estatales respondían al espíritu del equilibrio de poderes y la obligación de rendir cuentas en forma institucionalizada. Los excesos, que los hubo y muchos quedaron impunes, por lo menos eran debidamente calificados y denunciados.
Sobre la base de los hechos que se comenta, se puede afirmar que hay ausencia de la sociedad. De ahí que los medios de comunicación, que sólo cumplen su deber de informar, sean vistos, en función al lugar que se ocupa en el Estado, como opositores o defensores de libertades, cuando su papel se concentra, hay que reiterar, en cumplir la tarea para la que han sido creados.
Sin embargo, probablemente –y como sucedió con el sistema político-partidario que emergió luego de la recuperación de la democracia en 1982– la constatación de que en el juego de poder los actores traspasan todo límite legal y humano, puede ser el factor que permita la rearticulación de organizaciones ciudadanas que puedan hacer escuchar la voz de la gente y exigir el respeto a las normas básicas de convivencia democrática y participativa.
Hay muchos síntomas de que éste será uno de los desafíos importantes de 2015, siempre y cuando pueda recuperarse una visión autonómica de la sociedad frente al Estado. No se trata, en todo caso, de repetir los viejos principios antiestatales que predominaron en las organizaciones sociales del país, sino de rescatar la capacidad de la sociedad de participar en la construcción de su propio destino y establecer límites a la voracidad estatal, y de los actores políticos.
Por esto y por muchos otros aspectos, 2015 será, al parecer, un año muy complejo.